martes, 24 de julio de 2012

El Coleccionista


Juan Mujica

Desde hace milenios, paralelamente al desarrollo de la vida y la paz en el universo, vivía un gigante. Un titánico individuo nómade que va de un lado a otro por todo el cosmos, buscando algo que pueda interesarle y que se pueda llevar en su inmenso costal; sin embargo, no es poca cosa lo que busca, ya que no estamos hablando de un gigante de cuentos de hadas, sino un gigante entre gigantes, y los objetos que echa en su costal son nada menos que planetas, estrellas, agujeros negros y hasta portales del tiempo.

Pues bien, este personaje colosal de nombre Jantrex, provenía de una de las megagalaxias, en donde habitan otros gigantes como él. Así que un buen día en que tenía como rutina recorrer una de las tantas galaxias que escogía al azar, le tocó llegar hasta la galaxia Andrómeda. Paseó por el lugar, se llevó una veintena de planetas y ya estaba por irse, pero notó que muy cerca estaba una galaxia muy pintoresca de forma de espiral y con nueve brazos y una espuela. Así que como estaba cansado por el viaje, decidió que al día siguiente regresaría a echar un vistazo. Dicho y hecho. Jantrex regresó a su megagalaxia llamada Orcón y llegando no comentó con sus vecinos sobre aquello que descubrió. Tan solo se echó a dormir, y a la mañana siguiente muy temprano, se despertó con los rayos de uno de los astros de Orcón, llamadas estrellas gigantes. Cogió su costal y viajó a velocidad hiperluz. Llegando hasta las fronteras de la Vía Láctea. Se deleitó recogiendo cientos de planetas y ya imaginaba todo el dinero sideral que haría por tales proezas. Le tomó tres días recoger todos esos astros; sin embargo, notó que le había faltado ir a la espuela. Que no era otra que la Espuela de Orión. No obstante, ya estaba cansado y decidió que al día siguiente regresaría por lo que faltaba.

Por tanto, una vez más se levantó muy temprano y sin comentar nada a los demás gigantes de Orcón, se fue resuelto hasta la Espuela de Orión. Allí se encontró con muchos sistemas, y por supuesto el Sistema Solar. Pero no se alarme y recuerde que está leyendo un cuento de ficción. Pues bien, llegando lo primero que vio fue el sol y apreció aquella estrella enana que en nada se comparaba con sus megaestrellas que había en Orcón. Fue entonces que pensó:
-Jaja, de un soplido he apagado aquella estrella que empezaba a darme calor. ¿Y este es el famoso Sistema Solar? Jaja. Pero si es un pedacito de universo. ¿Y miren esos planetas. Son nueve, pero los llamados humanos juran que ahora son ocho. Qué ingratos son con sus astros. Bueno, ya no importa, porque me voy a llevar los nueve, jajaja.
En efecto, Jantrex abrió su costal y barrió con Saturno, Urano, Neptuno, Júpiter. Este último ni le impresionó siquiera. Para él era un planeta enano más.
-Vaya, pero qué tenemos aquí. Planetas microscópicos, jajaja, ¿a ti te llaman Venus, a ti Marte, y a ti Tierra? Jajaja. Todos para adentro nomás.

No quedaron ni las lunas, y hasta las estrellas más próximas se llevaba Jantrex. Y tal carga, ni siquiera llenaba la mitad de su ingente costal. Le dio un último miramiento al Sistema Solar y partió rumbo a Orcón a velocidad hiperluz. Al llegar, se cruzaba con otros gigantes. Y él ni siquiera era un científico. Tan solo era conocido como “El Coleccionista”. Nada menos que un individuo de su planeta Ulab, donde era apenas conocido por lo que llamaríamos en la Tierra “su barrio”. Sin embargo, como nunca faltan los soplones, detectives y espías, fue que Jantrex fue descubierto ante la justicia de su planeta y denunciado por atentar contra la propiedad privada del cosmos. Es decir, que la justicia de Ulab no veía bien que este gigante esté yendo por ahí por todo el universo y saqueando astros, y dejando mal el nombre de Ulab. Por lo cual, las autoridades y gente de ciencia de su planeta decretaron:
-Jantrex, tendrás que regresar y devolver los planetas y demás astros que recogiste por todo el universo. Además tendrás que pedir disculpas a sus habitantes. ¿Está claro?
-Sí señor.

Dicho y hecho, “El Coleccionista” viéndose presionado y coaccionado por la justicia de Ulab, tuvo que ir por todo el universo, como una versión hiperingente de Papá Noel y devolver cada planeta, satélite y estrella que hubo recogido. Además pidió disculpas a sus habitantes. Cuando le tocó el turno a la Tierra, los terrestres ni cuenta se habían dado del secuestro planetario. Tan solo creían que estaban en un gigantesco apagón y que algo le había pasado al sol y a las estrellas y constelaciones.
-Disculpen habitantes de la Tierra por haberlos secuestrado –expresó Jantrex, frente a unos terrestres que aún estaban confundidos.
-¿Quién eres tú? –se atrevió a preguntar uno de los máximos líderes terrestres.
-Yo soy Jantrex, planeta Ulab, galaxia Orcón. Y lamento lo que hice.
-¿Y por qué regresaste hasta este rincón del universo? –preguntó un astrónomo terrestre.
-Pues para obedecer mi sentencia. O de lo contrario sería apresado o desintegrado por las autoridades de mi planeta.
-Ok, ya veo. Bueno, pues en nombre de la Tierra le agradecemos su acatamiento.
-Bueno, hasta luego terrestres. Tal vez sepan algún día de nosotros.
-Tal vez sí, pero espero que sea en plan pacífico –dijo el astrónomo.

Y tal y como apareció Jantrex en el Sistema Solar, también abandonó la Espuela de Orión, la Vía Lactea y se dirigió hasta Ulab para informar que cumplió su sentencia. No obstante, al llegar no encontró a gigante alguno. Y enseguida elucubró lo siguiente:
-¿Qué ha pasado?¿Dónde están todos?

Buscaba y buscaba y no encontró nada. Hasta que al fin vio una potente luz que brillaba en Ulab, que lo despertó y lo trajo a la realidad. Encontrándose embotellado conjuntamente con su planeta, dentro de la casa de un hipergigante llamado Frenlox, del planeta Zorlán (este último del tamaño de  Orcón).

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