viernes, 30 de abril de 2021

Muqui (cuento)

 


-¡Papá, papá! ¡Hemos visto al muqui!

-¿Por qué tanto escándalo, hijo? Ya les dije que esos duendes son solo mitos populares.

         No obstante, realidad o mito, las apariciones de estos personajes eran inacabables. Muchos mineros se mantenían escépticos a tales duendecillos. Pensaban que se trataba de una creencia y hasta engaño por parte de los niños. Por cierto, que dichos personajes, o al menos su creencia corresponde a los subterráneos y/o minas de los andes peruanos.  

-Bien señores, sigamos el trabajo en esta mina -dijo uno de los jefes de un grupo de mineros.

-Señor Quispe, disculpe. Pensará que es una tontería, pero mi hijo me ha contado que varias veces él y sus amigos han visto a unos personajes a quienes llaman muquis -expresó el señor Ipanaqué, quien era uno de los mineros.

-Vamos, vamos, no vas a creer en esos mitos. Son creencias de niños. Es como creer en el cuco. ¿Crees tú en el cuco?

-Claro que no señor.

-Bueno, entonces. Olvida ese asunto y sigue trabajando.

         Al parecer el señor Quispe no creía al igual que muchos mineros, en la existencia de aquellos personajes que vivían en las minas peruanas. No obstante, también se dice que los muquis se les aparece a las personas, y generalmente a los niños que no han sido bautizados.

-¿Qué tal te fue Manuel? ¿Qué te dijo tu supervisor?

-Lo que suponía, Clara. No cree en esas criaturas, y menos viniendo esos rumores por parte de los niños.

-Pero, ¿tú has visto alguno de esos muquis?

-La verdad no. Iré con Luchito a esa mina y demostrarle que no existen tales personajes.

         Fue así que el señor Manuel fue un fin de semana con su hijo y le dijo que le demostraría que tales muquis son solo producto de su imaginación. Entraron a la mina, cada uno con su antorcha, y conforme se iban adentrando el papá le iba diciendo a Luchito que “¿ves?, no hay nadie aquí”. No obstante, mismo paracaidista, algo o alguien se hacía presente. Se oyó muy al fondo de la mina como si alguien aplaudiera. Por tanto, ambos se miraron, pero el hijo apretando la mano de su papá con fuerza, sobraban las palabras para decirle que podría ser un muqui.

-Papá, es él. ¡Existe, existe!

-Tranquilo, hijo. Avancemos más y veremos si existe el tal duende.

         Fue así que Luchito, de la mano del señor Manuel se adentraron más en la mina.

-¿Qué raro, papá? Ya no se escucha nada, pero tú eres testigo que alguien aplaudió.

-¿Sabes qué hijo? Tu abuelo una vez me dijo que estas criaturas se les aparece a los niños que no han sido bautizados. Por tal, vamos donde el cura para que te bautice y se acabe el problema. Dicho y hecho, Luchito fue bautizado y ya no escuchaba al muqui. Posteriormente, volvió a hablar con el señor Quispe, su supervisor:

-Listo, señor. Mi hijo ya fue bautizado y ya no ve al Muqui.

-Qué bueno Manuel. Precisamente, ayer entré a chequear las minas y nunca me había asustado tanto. Tú hijo tenía razón. Esas criaturas existen.

-Vaya, señor Quispe. Se lo dije. ¿Y qué piensa hacer? ¿Abandonar la mina? ¿Clausurarla?

-Solo hay una solución: buscaré al cura del pueblo para que bautice a los que no tienen ese sacramento.

         No obstante, el señor Quispe fue informado de algo inesperado. El cura ya no estaba. Le dijeron que fuera a las minas, y se encontró cara a cara con los muquis. ¿Y qué pasó? Pues que aquellas criaturas, lo acorralaron, botaron su agua bendita y lo convirtieron en un muqui más. Por tal, aquella mina tuvo que ser clausurada y nunca más nadie entró ni salió de ella. ¿Y cómo sé todo eso? Pues que yo soy aquel niño Luchito… y también soy un muqui.


Esgrimista

 

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