Siempre fue la más rápida; toda
la vida superó a todas y a todos. Incluso, se adelantó y nació a los siete
meses. Su mismísima madre cuando la obstetra se la entregó en la clínica,
dedujo que la neonata era algo increíble, una niña fuera de lo común.
-¿Cómo le ponemos, querido?
-preguntó la nueva madre al orgulloso padre.
-¿Qué tal si le ponemos el nombre
de su abuela? Luz. Es un bonito nombre. ¿Qué te parece querida? -propuso el
nuevo padre a la orgullosa madre.
No
obstante, dichos padres no sospechaban la esencia y/o cualidad que estigmatizó
a aquella recién nacida. Desde muy pequeña, fue muy aplicada, y les ganaba a
sus compañeros de colegio en todo. Incluso desde el kindergarten, sus
profesoras se admiraban y les contaban a los padres sobre los increíbles progresos
de Lucecita. Sin embargo, conforme fue creciendo, un buen día un amigo de la
universidad dijo:
-Lucecita, eres el orgullo de tus
viejitos y del país. Propongo que desde ahora te llamemos “Velocidad Luz”.
Ella
estuvo conforme, y le gustaba cómo sonaba su nuevo sobrenombre. Y ya se
imaginarán que, en los exámenes, ella terminaba primera. Ella intervenía en
clase primera. Su brazo ya estaba arriba antes que sus profes terminaran de
formular las preguntas. Una vez con unos amigos visitó una especie de museo
tecnológico. Y lo que más le agradó fue una maqueta de la nave de Han Solo… el
de “Star Wars”, e incluso pensó en voz alta y dijo: yo siempre admiré esta
nave, sobre todo cuando en las pelis viajaba a velocidad luz. Así que ya saben,
cuando yo me vaya de este mundo, quiero tener un mausoleo en forma de esta
nave. Dicho pensamiento quedó “clavado” en los oídos de sus amigos. Sin
embargo, llegado un tiempo fue la primera en casarse, puesto que había sido la
primera en embarazarse. Fue la primera en conseguir empleo. Fue la primera en parir
un varoncito y una mujercita. Sin embargo, como si su destino estuviera
marcado, fue la primera en contagiarse de la Covid-19. Y ante la tristeza de
todos, fue la primera en fallecer víctima de aquel Coronavirus. Y el lamento y
las lágrimas no se hicieron esperar. Era una terrible desgracia. Y sus padres:
Quelonio y Fortunata, como se imaginarán estaban devastados de la ingente
tristeza. Además, a Velocidad Luz, se le cumplió su deseo y se le construyó un
mausoleo en forma de la nave de Han Solo. Y dicho personaje que en la realidad
es Harrison Ford, llegó dicho rumor ante sus oídos, y decidió venirse volando
hasta el mausoleo que vio sorprendido que era una réplica exacta de su nave de
la saga de “Star Wars”, y no solo le colocó un arreglo floral, sino que
colaboró en idear un epitafio que represente que quedara estigmatizado en las
memorias de sus familiares y amigos:
“A Velocidad Luz naciste. A
Velocidad Luz viviste. Y a Velocidad Luz nos dejaste” (Harrison Ford).
Esgrimista
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