En nuestro país ya se está tomando conciencia, aunque de manera muy lenta, de la gravedad del asunto. Y nos hace recordar de una costumbre antiquísima en que se ataba sobre el lomo de un toro a un cóndor, y este ultimo, mientras el cuadrúpedo trataba de zafarse, el ave legendaria iba picoteando y picoteando hasta que el toro caía desangrado.
Dicho sea de paso que nuestro escritor indigenista, José María Arguedas, escribió su novela "Yawar Fiesta", en la que trata sobre esta costumbre, donde el toro era la víctima hasta que caía ante la vista y paciencia de los espectadores.
Esperemos que las nuevas generaciones, tomen conciencia sobre este acto de sadismo. Puesto que si afirmamos que nuestras últimas descendencias son más civilizadas, pues hay que demostrarlo en actos como estos, ya que la tauromaquia no es arte ni cultura, sino tortura.
Esgrimista
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