El relato parte de una premisa bastante sencilla: dos muchachos,
Enn y Vic, en busca de la casa donde se va a celebrar la fiesta de su amiga
Alison. El tema es que encuentran una casa… donde se celebra una fiesta… pero
allí ni está Alison ni se la espera, y el lugar está repleto de chicas guapas.
Chicas guapas la mar de extrañas, moviéndose todas ellas en esa fina línea que
separa la tierna rareza de la locura «malrollera». Y así Gaiman consigue
transformar lo que parecía un relato costumbrista, en otro viaje al limbo de la
lírica donde todas las conversaciones entre el inocente Enn y las chicas
suponen una confusión para ese jovencito con las hormonas en efervescencia, que
pese a su torpeza y poca comprensión del género opuesto, es sabedor de que todo
lo que allí sucede es demasiado raro.
En Cómo hablar con chicas en fiestas hay
un poco de eso, aunque de la mezcla del tono sci-fi con la delicadeza y
sutileza del imaginario de Gaiman surge un producto diferente… diferente y
estupendo.
Neil Gaiman
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