Los pájaros de plata revolotean por los
cielos,
libres en su andar y cruzando las
fronteras
de las castas disímiles. Nadie las
detiene
solo vuelan por las nubes, surcando el
espacio
y observando el horizonte incierto
de nuestra ingente ciudad.
Pletóricos cantares escucho por
doquier,
melodías y alabanzas percibo en los
alrededores,
mi corazón late desesperado, busco a
los autores
de la batahola, pero no veo a nadie,
caigo en el agujero de la angustia,
grito
pero no me escuchan, y mientras espero
muere el día.
Las corrientes de los ríos,
llevan por su cauce alegría y
felicidad,
la mismísima dicha está dispersa,
en sus aguas, pero pocos pueden entrar.
Algunos tratan de tirarse pero no
llegan,
otros ni siquiera ven el río. y los que
tuvieron la suerte de entrar, nadan
sonrientes en su gloria, sin
preocupaciones
ni temores. El nombre de los ríos es
fortuna.
Mil alegorías sobre la muerte me
estremecen,
realmente me hiela los huesos, hasta el
punto de la desesperación. Miro hacia
atrás
y veo una multitud que me grita:
¡Ya falta poco!, no me importa lo que
ellos piensen,
el júbilo de mis experiencias
anteriores
es lo que me mantiene animado.
Danzarines pintorescos cruzan la
ciudad,
llevando entretenimiento a la
muchedumbre.
El cielo está descubierto, los árboles
cantan,
las piedras se ríen de nosotros.
Nadie conoce el desenlace del día,
todos nos movemos por inercia,
el fantasmagórico silencio nos
acorrala,
tratamos de escapar, pero no podemos,
la penumbra se acerca, nos encadena,
aprisionándonos hasta el amanecer.
Morfeo me tiene aprisionado en su
mazmorra,
trato de escapar, pero no puedo.
Los cuervos vuelan encima de mí,
oníricamente; los dragones púrpura me
persiguen
y ya casi me alcanzan,
lanzando su fuego infernal.
La esperanza pierde vigencia,
el destino cambia de sendero,
y me conduce hacia un bosque tenebroso,
donde la buena suerte no existe.
Juan Mujica
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