Érase un par de taxistas que
intercambiaban experiencias. Cada cual expresaba cómo les estaba yendo. Sin
embargo, uno de ellos le daba consejos apartados de la honestidad. Le decía que
les hiciera taxi a los borrachos, ya que en su estado de ebriedad le sería fácil
quedarse con sus dineros. Por supuesto que el otro amigo, no estaba muy de
acuerdo con aquellos consejos de delincuente.
No
obstante, el mal amigo no cesaba en “animar” al otro taxista para que lo imite
y así, según él, se incrementarían sus ganancias. Su colega del volante, no
estaba tan convencido. No obstante, entre las cosas que le decía el otro era
que podía rebuscar entre sus ropas, y si despertaba podría argüir que estaba
buscando algún documento que tuviera su dirección.
Y
por supuesto, como todo en esta vida, y sobre todo de noche, surgen
experiencias como la que experimentó este primer taxista, quien le tocó una
pasajera que no tuvo mejor idea de “aprovechar” la oportunidad y saciar sus
“deseos orales”. Dejando al conductor con una sonrisa en el rostro, por tal
ocasión inusitada.
El
mal amigo llamado Raimundo, siguió con su rutina de taxista malévolo, mientras
que su amigo con una increíble mala suerte, no lograba concretar sus cometidos,
y con pensamientos encontrados empezó a elucubrar sus próximas rutinas como
taxista, ya sea dentro de lo correcto, u opacado por los malos consejos de su
mal amigo.
Fernando Ampuero
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