Primero cerremos los ojos, luego pensemos en el Gabo, y ahora
sin dar apertura a la vista, imaginemos que ya estamos allá. Somos como un ser
volador, ya estamos viendo el terreno. Vemos y olfateamos los alrededores. Ahora
ya estamos viendo a José Arcadio Buendía (el patriarca), y por supuesto también
ya localizamos a Úrsula Iguarán (la matriarca). Hasta ahora ya estamos
mimetizándonos con este lugar que pasó de ser ficticio a ser real (para
nosotros).
En este momento la gente de Aracataca nos envidia. Incluso el
Gabo nos está envidiando. Ahora vemos a José Arcadio y Aureliano. Los vemos,
pero al mismo tiempo (valga la redundancia, el tiempo vuela). Miramos a Melquiades
“regatear” con el patriarca de los Buendía. Pero, un momento, no podemos
olvidar la esencia de la historia. Puesto que Úrsula le recordaba a su marido
que si se relacionaban entre familiares podría nacer un Buendía con cola de
cerdo. No obstante, él parecía ignorar tal sentencia.
Seguimos en nuestro viaje imaginario, ya los hermanos crecieron.
Incluso José Arcadio (hijo) retornó a casa irreconocible, con un aspecto rudo y
desarrollado; muy diferente del niño que se fue de casa. Luego, conforme pasa
nuestro viaje imaginario. Ya podemos ver al coronel Aureliano Buendía, quien ya
se hizo un experimentado hombre de guerra. Incluso, según recordamos se
proliferó en 17 Aurelianos, que fueron procreados en las 32 guerras del coronel
Aureliano Buendía, y se dio la orden de exterminar a aquellos descendientes.
Sería muy difícil sintetizar todos los rincones y entretelones
que sucedieron en Macondo, pero recordemos a varios de sus personajes como Amaranta
y Rebeca, que tuvieron sus peripecias con Pietro Crespi. Luego está Arcadio,
quien fue hijo menor de Pilar Ternera y José Arcadio (hijo).
Luego estamos viendo a Remedios la bella, quien fue hija de
Arcadio y Sofía de la Piedad. La vemos
ascender al cielo en cuerpo y alma. Y antes de volver a la realidad, observamos
a Remedios, a quien llamaban Meme. Luego, Amaranta Úrsula, Aureliano Babilonia,
Nigromanta, Francisco el hombre, hasta que nuestra imaginación, luego que nace
un Buendía con cola de cerdo, y volvemos a abrir los ojos. Dejamos Macondo y ¡oh,
sorpresa! Seguimos atrapados allá.
Esgrimista
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