jueves, 23 de diciembre de 2021

El despertar de Machu Picchu (cuento)

 


-¿Qué te pasa, Montaña Vieja? ¿Por qué haces tanto alboroto? -preguntó el Huascarán, muy intrigado.

            -¿Te parece poco, Huascarán, que cada año vengan turistas y hagan detrimento en nosotros, como si fuéramos pizarras a medio tiempo?

            -Tienes razón. Toda esa gente inconsciente, debería volverse consciente, y respetar el legado de sus antepasados.

            -Tú lo has dicho. Por tanto, invocaré al Apu Kontiki Wiracocha, para permitirme que haga justicia por mi cuenta.

            -Bueno, si crees que es lo mejor, hazlo, llámalo.

            -Oh, Apu Kontiki Wiracocha, escucha mi invocación. Soy yo, Machu Picchu.

            -Dime Machu Picchu, ¿por cuál de tantas razones me has invocado?

            -Oh, majestuoso señor, como seguramente habrás notado. Mucha gente, en especial turistas, dañan y pintarrajean mis laderas. Pero lo más triste, es que muchos de esos turistas son compatriotas. Eso es lo que da más cólera.

            -Tienes razón en tu enfado. ¿Qué deseas de mí?

            -Te pido me otorgues poderes para castigar a toda esa multitud, que osa dañar lo que por todo el mundo es llamado patrimonio mundial. Permíteme hacer justicia, por favor.

            -Muy bien, muy bien. Yo también creo que es hora de darles un escarmiento. Te otorgo el poder de movilizarte. El resto ya es cosa tuya.

            -Gracias, gracias, señor.

            Y así fue, que la Montaña Vieja, más conocida como Machu Picchu, luego de milenios en estado estático, como si fuera cosa de brujería, cobró motricidad. Se movió y poco a poco se fue poniendo de pie. Ante la vista y paciencia de muchos cuzqueños. Fue la novedad, la noticia, en ese momento. Y muchos ancianos se pusieron de rodillas, alabando al gran legado mundial. No obstante, hubo otras montañas que no estaban tan de acuerdo con el castigo que tenía planeado realizar. En primer lugar, estaba el Huascarán, que ya le había hecho saber su opinión. No obstante, el Aconcagua, también le manifestó su desacuerdo.

            -Pero, che, viejo… ¿no crees que es muy radical tu decisión? ¿No crees vos, que toda esa gente rebelde es así, por una mala crianza en el hogar durante sus primeros años? ¿No te parece, che, viejo?

            -Eso que dices es cierto, pero justamente, por eso que es hora de “darles de nalgadas a esos rebeldes”. ¿Tengo o no tengo razones?

            -Bueno, bueno, en parte comparto tu opinión, pero volviendo a mi argumento. Esos pibes, requieren una sanción, algo que remueva su educación y respeto. En eso estoy de acuerdo con vos. Ve y castígalos, y dales unas buenas nalgadas de mi parte, che, viejo.

            Sin más habladuría, Machu Picchu, que, aunque parezca increíble, encontró a muchos de esos muchachos rebeldes pintarrajeando nuestras construcciones incaicas, nuestros legados sin escatimar ningún respeto, como si fuera su vacilón y acto alegre, como si fuera su recuerdo, y ante este “espectáculo”, la Montaña Vieja, entró en cólera. Primero les vociferó de manera estentórea. Sin embargo, como si fueran sordos, no hacían caso del llamado de atención de Machu Picchu. Parecían estar en estado sonámbulo, quizá por el efecto de la marihuana. Así que veían a su patrimonio mundial de pie, y en vez de temerle, sorprenderles y respetarle. Desataron unas fuertes risotadas, lo cual enfureció a la Montaña Vieja. Pisándolos “literalmente”, e incluso, en vez de gritar de dolor, seguían riéndose. Del mismo modo era la actitud de los que observaban, y que también estaban haciendo detrimento y fumando del cannabis sativa.

            -¡¿Así que les parece muy divertido, no?! -estallaba Machu Picchu en cólera-. Vamos a ver, cómo reaccionan mañana cuando vuelvan a estar sanos y unos se vean cojos, otros vean que les falta un brazo, e incluso algunos sin sus cabezas. ¡Ahí los quiero ver!

            Dicho y hecho, la Montaña Vieja, castigó a aquellos muchachos rebeldes, mutilando alguna parte de sus cuerpos, y aunque suene increíble, mientras lo hacía, ellos seguían felices y con sus interminables risotadas. Y como no podía faltar, dichos cuerpos cercenados fueron hallados por las autoridades y grabados por la prensa. Como si fuera un chisme, las mutilaciones a esos rebeldes llegó a oídos de todo Cuzco primero, y al instante, ya era tema de habladuría, no solo en Perú, sino a nivel mundial. Y como si fuera cosa de chiste, muchos otros rebeldes al enterarse de estos hechos, les pareció cómico. E incluso, entre ellos decían envalentonados: “A ver, a ver, que a mí me haga eso esa montañucha, jajaja”. Luego que pasaron la noticia por todo el planeta, Machu Picchu, creyendo que los demás rebeldes escarmentarían y respetarían los legados, en este caso de Perú, pues volvió a su lugar y se puso estático una vez más. No obstante, volvió a dar la vuelta al mundo la noticia que una vez más, se había realizado detrimentos en muchos patrimonios incaicos. Se habían pintarrajeado muchos muros y demás construcciones. Por lo que Machu Picchu, una vez más entró en cólera, y volvió a pedirle al dios Sol, que le brinde la motricidad para así poder castigar a ese otro grupo rebelde. Fue así que Apu Kontiki Wiracocha, muy enojado también, inmediatamente le brindó la facultad del movimiento.

            -¿Así que ustedes también quieren “diversión”? ¿Ya no quieren vivir? -expresaba desafiante la Montaña Vieja.

            Ante estas palabras, los nuevos rebeldes, quienes también estaban bajo los efectos de la marihuana, también les causaba gracia ver a una gigantesca mole de piedra movilizarse y hablarles.

            -Muy bien, muy bien, en vista que no entienden razones por su estado estupefaciente. Tendrán el mismo castigo que los anteriores. Así que cuando amanezca mañana y vean algunas de sus extremidades mutiladas. ¡Ahí! ¡Ahí es cuando me tocará a mi carcajearme!

            Dicho y hecho, Machu Picchu, influenciado por la cólera de aquellos rebeldes, uno a uno los cogió y mutiló algunas de sus extremidades. Y al día siguiente, la noticia también voló de punta a punta. Sin embargo, cuando se encontró una vez más con el Aconcagua, fue algo inesperado:

            -¿Qué pasa amigo? ¿Por qué estás tan enfadado? -preguntó la Montaña Vieja.

            -¿Qué por qué estoy molesto? ¿No adivinas? ¿Sabés qué fue lo último que dijo uno de los que mutilaste ayer?

            -No sé. ¿Qué fue lo que dijo?

            -¡No me mates, che, no me mates!, -eran algunos de mis pibes.


Esgrimista

No hay comentarios:

Publicar un comentario