texto y dibujo: Miriam R. Krüger
Si el mundo hablara, si tuviera derecho a la palabra, cuántas cosas nos
diría y seguramente una de las primeras palabras que pronunciaría seria
“Basta”.
El problema no es el mundo; el mundo no es inmundo, no es inhumano, no
es una porquería, aquí el único problema son esos seres con vida a los que se
les denomina “Humanos”.
El mundo es simplemente maravilloso, basta mirarlo para ver toda esa
magia, ese misterio de la naturaleza. Cuántas veces hemos encontrado la
esperanza con el florecer de la primavera, cuántas veces nos sentimos cómplices
de la lluvia, todas esas veces que hemos sentido esa ternura en la mirada de un
animal y hemos creído incluso a los ángeles escuchando el sonido de la risa de
un bebe.
Pero el mundo se cansa de ser golpeado, maltratado, burlado y entonces
responde de la única manera que le está permitido, responde en silencio, se
desahoga sacudiendo la tierra, siente que le falta el aire y respira, suspira
con tal fuerza que hace saltar al aire todo lo que encuentra. Luego se rinde y
llora pero a veces no puede controlar su pena y nos inunda de lágrimas, calles,
ciudades.
Y ahí están los humanos quejándose, destruyendo. Estos humanos que se creen
los reyes del mundo, los dueños del universo y van por el mundo haciendo daño,
creando sufrimiento, pisoteando, maltratando, ultrajando, matando. Porque hay
esos humanos que menosprecian basándose en una tonalidad de piel, de una
nacionalidad o el número que marca una cuenta bancaria, hay esos humanos que no
saben amar y van por ahí coleccionando corazones, otros humanos sin alma que
todo lo pueden comprar, vender, alquilar porque a todo le ponen precio en
números, esos humanos que critican y condenan a otros pero son incapaces de
mirarse ellos mismos.
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