sábado, 14 de febrero de 2015

El centauro perdido

Paso a paso, galope a galope. Se desplaza un ser híbrido, mitad humano, mitad corcel. Así es, se trata de un centauro. No sabe dónde se encuentra. Todo lo que ve a su alrededor son árboles y arbustos. Mantiene la mirada ida por momentos. Su concentración está basada en recuerdos del pasado. Experimenta un poco de amnesia. Avanza según la dirección del viento. Sigue avanzando, y continúa observando la floresta y sus sonidos de la naturaleza. El suelo que pisa es agreste y hasta puede ver las raíces de algunos árboles. De pronto ve una luz allá a lo lejos. Muy lejos que a las justas puede alcanzar a ver. De pronto su semblante se llena de esperanza. Hace varios días que no encontraba a nadie por su periplo. Sigue avanzando y ve una antorcha que ilumina a su paso.

Con los cascos de sus patas percibe como un humedecimiento. Como si hubiera llovido hace pocas horas. Incluso de algunas hojas se derraman gotas de lluvia. Mira hacia arriba y solo ve ramajes de árboles. A lo lejos continúa viendo la luz, pero de repente la jungla se vuelve silente. Sin embargo, con los cascos de sus patas percibe que ya no está humedecido. Eso lo alivia un poco, pero también lo hace temer, ya que con el ramaje seco se podría prender un incendio forestal. Al caminar menea su cola, y sus crines se dejan llevar por la dirección del viento.

Luego oye a lo lejos un rugido, o mejor dicho el sonido de toda una estampida. De pronto su concentración se pone en alerta. Le tiemblan las patas, pero no sabe si es por temor o de frío. Sigue avanzando y puede oler algo que no identifica, un olor muy raro, como si fuera de un animal en descomposición. Trata de ignorarlo y prosigue con su camino. El brillo de luz se acerca. Ya está próximo. Está cansado de tanto caminar y su consciente todavía está lúcido, pero por momentos está agotado y débil. En eso percibe como el suelo tiembla y vuelve a temblar. Se asusta. No sabe cómo reaccionar. Y las pocas fuerzas que le quedan las usa para seguir avanzando.


Escucha sonidos de animales por todos lados. Se vuelve a poner inquieto. Los olores se vuelven más profundos y sus sentidos se ponen en alerta. De pronto, ya puede ver al portador de aquella antorcha. Se trata de un ser fantástico de la naturaleza. Se trata de un gnomo. No sabe si se entenderán. Solo trata de hablarle, y el extraño personaje le empieza a hablar en su mismo lenguaje. Eso lo tranquiliza, sin embargo, le advierte que en tres días habrá una erupción de un volcán cercano a ellos. El centauro se pasma y le pregunta qué puede hacer su horda de centauros. Ante aquella interrogante el gnomo le dice que solo hay que hacer una cosa… ¡despertar! Y en ese momento el centauro despierta y luego de algunos miramientos se da cuenta que todo fue un sueño. Da un suspiro y se tranquiliza. No obstante, mira a lo lejos a aquella criatura que lo saluda con un brazo, quedándose pasmado el centauro y en ese momento empieza a temblar el terreno, se empieza a oler una hediondez y los relámpagos se oyen en el cielo. Lo que indica que aquel personaje de la naturaleza le premonizó el futuro. Un futuro que es el inicio del fin de su raza.

Juan Mujica

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