Cuenta la historia que en una
hacienda llamada Viseca, el dueño era un tal señor Froilán. Y entre los demás
personajes estaban Justina, Kutu y el niño Ernesto. Por su parte, era de entero
conocimiento que el dueño de la hacienda era un hombre malo, que cometía muchas
injusticias.
El
niño Ernesto estaba enamorado de Justina, pero esta última tenía su corazón
suspirando por Kutu, quien era su enamorado. No obstante, cierto día, aquel
niño le contó a Kutu que el señor Froilán había abusado de Justina, pero el
enamorado no tomó cartas en el asunto, aduciendo que él era muy débil como para
afrontar y enfrentar al dueño de dicha hacienda.
E
incluso le dijo al niño Ernesto que él solo era un “endio” y que cuando él
creciera estudiara para ser “abugau”. Todo esto desconcertó al niño, y lo tildó
de cobarde. Sin embargo, Kutu, como para vengarse del señor Froilán, se puso a
darle de golpes a sus becerritos, e incluso le dijo al niño para que también lo
hiciera. No obstante, luego de muchas palizas, sintieron lástima por aquellos
inocentes becerritos.
Por
su parte, el niño Ernesto continuó tildando de cobarde a Kutu, por no defender
el honor de su querida Justina. Y al no soportar tantas ofensas decidió
marcharse de ahí. Quedándose el pueril personaje con Justina, pero que esta
última solo lo veía como un niño. Y así pasó el tiempo, hasta que sus padres se
lo llevaron a otro lugar, y aunque pasaba y pasaba el tiempo, no podía olvidar
a Justina. A su Warma Kullay (amor de niño).
José María Arguedas