Emilia Pardo Bazán |
Se narra la historia de cierta
persona que reflexiona sobre cómo suele pasar la Semana Santa. Específicamente
los Viernes Santos. Y toma la decisión que la que está por vivir se irá a vivir
a la ciudad madrileña de “S”.
Lugar que es célebre la
representación de su Santo Cristo, y que cada año mucha gente concurre a
rezarle, puesto se dice que es muy milagroso.
Luego se relata sobre cierta
señora que conoció durante el viaje y que advierte a los lectores que no se
imaginen sobre un clásico romance entre aquella mujer y el narrador. Tan solo
la piedad.
Cuenta luego que aquella mujer
tendría cuarenta y pico de años, y que, aunque lucía ser una mujer guapa,
vestía de luto. Durante el viaje, la mujer le cuenta que tuvo 7 hijos: tres
niñas y cuatro niños.
Prosigue contando la mujer que se
trasladaron a Madrid para concretar la educación de sus hijos. Sin embargo,
cuenta que se le murieron seis de ellos. Y para colmo su marido sucumbió
mortalmente por un mal al hígado. Concluyendo que solo le quedaba la compañía
de su único hijo Jacinto. Narraba la mujer con pañuelo en mano y secando sus
lágrimas. Luego contaba la desdichada que los médicos le expresaron que su hijo
tenía principios de Tisis, y temía que se quedaría sola.
En un momento del relato, expresa
la mujer una analogía sobre que a ella se le fueron seis de sus hijos, mientras
que a la virgen María solo se le fue uno. Por tal, tiene la esperanza de llegar
hasta la presencia del Santo Cristo, y que él salve la vida de su único hijo
Jacinto. También cuenta sobre la representación del Santo Cristo y de la
movilidad de su cuerpo.
Llegaron a la ciudad “S” y se
dirigieron a la misma fonda. Luego cuenta el narrador que se apartó de ella y
se dirigió a la catedral. Y lo más increíble es que en cierto momento, cuando
notó que la cabeza del Santo Cristo estaba inclinada hacia la derecha, luego,
se dio cuenta que volteó hacia la izquierda. Sin embargo, se da cuenta de
cierto cordoncito que sería lo que hace posible que mueva la cabeza.
Luego, la mujer se dispone a
presentarse a la efigie del Santo Cristo, y llega muy temprano, es decir, de
madrugada. Hasta ese momento, el narrador, quien estaba acompañándola, se
aparta de ella, y esta última, de rodillas se dispone a orar. Pidiendo y suplicando
que no se lleve a su hijo. Fue entonces, que el narrador presenciando dicha
escena, tiró del cordoncito y luego de un grito ronco se oyó la caída de un
cuerpo al suelo. El narrador cuenta que se desmayó.
Luego de lo cual, se le preguntó
a Celio, sobre el hijo de la señora, y la respuesta fue que el hijo de la
señora se salvó y que por ello sintió mayor confusión y vergüenza.
Emilia Pardo Bazán
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