miércoles, 3 de noviembre de 2021

Micro-relato 28: Tres elementos: Teléfonos, caballos, almohadas


Cierto señor entrado en años, como suele pasar en los últimos tiempos, no asimilaba ni tenía la voluntad para adaptarse a las nuevas tecnologías. Y un día pensó en voz alta:

-Graham Bell, con todo lo que se ha derivado de tu teléfono, ahora debes estar revolcándote en tu tumba. Nada como tu invento con el disco giratorio, y todo lo que significaba que en tus tiempos era lo mejor de lo mejor-. Pensó el viejo, a quien llamaban "El Popeye" (aunque más se parecía al papá).

Un buen día recibió una carta postal, puesto que como era previsible, él tenía la petrificada idea de no usar el correo electrónico. Por lo cual, leyendo la carta se enteró que un viejo amigo lo estaba invitando a un viaje en barco hacia el Triángulo de las Bermudas. Al leer esto último, se extrañó mucho por tan descabellada idea. No obstante, conforme pasaron los segundos y los minutos, ya se había hecho la idea de aceptar dicha invitación. Al día siguiente, emprendió con ayuda de sus caballos, al puerto donde lo estaba esperando su amigo al que llamaban "El hombre peligro". 

-Oiga, Peligro, ¿qué tal viejo? Ya estoy más puesto que un zapato, jaja -decía Popeye, con media sonrisa y como siempre con su bastón de la suerte.

-Vaya, vaya, qué bueno que llegaste viejo amigo. Ya iba a zarpar.

-¿Y dónde están los demás? -preguntó extrañado Popeye-. Mirando por todos lados de la embarcación.

-Jajaja, pero para qué más gente. Además, la mayoría por no decir todos, no aceptaron la invitación; es decir, el paseo hacia aquel destino -pronunció Peligro, con su mandíbula abierta hasta lo máximo-. Y supongo que si estás aquí es para viajar conmigo, ¿verdad, amigo?

-Pero claro, faltaba más. Además yo no creo en esos mitos o leyendas sobre aquel lugar que le dicen El Triángulo de las Bermudas. Yo creo que son puras patrañas. Tú dirás. Yo estoy listo.

Es así, que desde el punto de vista de Peligro, pensaba que jamás había escuchado Popeye, nada alusivo a aquel lugar milenariamente peligroso, como lo era su nombre del capitán del barco.

-Muy bien, muy bien, entonces partamos. ¡Listo, nos vamos!

El viaje empezó con viento en popa. Todo tranquilo. Pasaron un par de días, y todo iba bien. Pasaron cuatro días, y se mantenían con la expectativa de llegar a aquel lugar que decían que se localiza entre las islas Bermudas, Puerto Rico y Miami. Es así que atravesando el océano Atlántico, hicieron ingreso al terrible Triángulo de las Bermudas. Fue así que entrando sin perder permiso, los flageló un gigante huracán, y al mismo tiempo se presentó un remolino. Ya se imaginarán cómo estaba Popeye. No obstante, Peligro, ya estaba barajando la idea de cambiar de seudónimo. Hasta que luego de muchas vueltas en mar y en aire, al fin llegaron a una isla. Esperando lo peor, bajaron y se encontraron con un anciano de barbas. Ellos se impresionaron de haber encontrado a un ser humano vivo en dicho lugar. Así que lo abordaron:

-Señor, ¿dónde estamos?, ¿qué es este lugar? -preguntó el viejo Popeye, mirando sus entornos.

-Sí, míster. ¿Qué isla es esta? -pronunció también el Peligroide.

-Qué bueno que están aquí. Los estaba esperando -dijo el viejo isleño-. Una pregunta, ustedes han leído "La isla misteriosa".

Ambos náufragos se extrañaron de tal pregunta, y se miraron entre sí. Y le respondieron de manera negativa.

-¿Que no? Pues entonces hoy es un día fuera de lo común. Soy Julio, y ahora acompáñenme a...

-Un momento. Una curiosidad -dijo Peligroide, deteniendo el paso-. ¿Cuál es su apellido y desde cuando está aquí?

-Jajaja, sabia que tarde o temprano me harían esa pregunta. Estoy aquí desde 1874, y como les decía, soy Julio... Julio Verne. Y están en mi libro "La isla misteriosa". Bienvenidos, y apúrense que mis lectores siguen leyendo todo lo que hacemos. Ah, antes que me olvide, consíganse algo que puedan usar como almohadas. Puesto que cuando toca la hora de dormir, muchas veces se vuelve incómodo, muy incómodo. Y no se molesten por regresar a su barco. Ya que ya estará en las profundidades del Atlántico. Fue entonces que Popeye, pronunció:

-Demonios, en esta ocasión si nos harían falta uno de los teléfonos de Graham Bell. O unos caballos marinos del mismísimo Poseidón.


Esgrimista



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