Juan Mujica
Desde hace
milenios, paralelamente al desarrollo de la vida y la paz en el universo, vivía
un gigante. Un titánico individuo nómade que va de un lado a otro por todo el
cosmos, buscando algo que pueda interesarle y que se pueda llevar en su inmenso
costal; sin embargo, no es poca cosa lo que busca, ya que no estamos hablando
de un gigante de cuentos de hadas, sino un gigante entre gigantes, y los
objetos que echa en su costal son nada menos que planetas, estrellas, agujeros
negros y hasta portales del tiempo.
Pues bien, este
personaje colosal de nombre Jantrex, provenía de una de las megagalaxias, en
donde habitan otros gigantes como él. Así que un buen día en que tenía como
rutina recorrer una de las tantas galaxias que escogía al azar, le tocó llegar
hasta la galaxia Andrómeda. Paseó por el lugar, se llevó una veintena de
planetas y ya estaba por irse, pero notó que muy cerca estaba una galaxia muy
pintoresca de forma de espiral y con nueve brazos y una espuela. Así que como
estaba cansado por el viaje, decidió que al día siguiente regresaría a echar un
vistazo. Dicho y hecho. Jantrex regresó a su megagalaxia llamada Orcón y
llegando no comentó con sus vecinos sobre aquello que descubrió. Tan solo se
echó a dormir, y a la mañana siguiente muy temprano, se despertó con los rayos
de uno de los astros de Orcón, llamadas estrellas gigantes. Cogió su costal y
viajó a velocidad hiperluz. Llegando hasta las fronteras de la Vía Láctea. Se deleitó
recogiendo cientos de planetas y ya imaginaba todo el dinero sideral que haría
por tales proezas. Le tomó tres días recoger todos esos astros; sin embargo,
notó que le había faltado ir a la espuela. Que no era otra que la Espuela de
Orión. No obstante, ya estaba cansado y decidió que al día siguiente regresaría
por lo que faltaba.
Por tanto, una
vez más se levantó muy temprano y sin comentar nada a los demás gigantes de
Orcón, se fue resuelto hasta la Espuela de Orión. Allí se encontró con muchos
sistemas, y por supuesto el Sistema Solar. Pero no se alarme y recuerde que
está leyendo un cuento de ficción. Pues bien, llegando lo primero que vio fue
el sol y apreció aquella estrella enana que en nada se comparaba con sus
megaestrellas que había en Orcón. Fue entonces que pensó:
-Jaja, de un
soplido he apagado aquella estrella que empezaba a darme calor. ¿Y este es el
famoso Sistema Solar? Jaja. Pero si es un pedacito de universo. ¿Y miren esos
planetas. Son nueve, pero los llamados humanos juran que ahora son ocho. Qué
ingratos son con sus astros. Bueno, ya no importa, porque me voy a llevar los
nueve, jajaja.
En efecto,
Jantrex abrió su costal y barrió con Saturno, Urano, Neptuno, Júpiter. Este
último ni le impresionó siquiera. Para él era un planeta enano más.
-Vaya, pero qué
tenemos aquí. Planetas microscópicos, jajaja, ¿a ti te llaman Venus, a ti
Marte, y a ti Tierra? Jajaja. Todos para adentro nomás.
No quedaron ni
las lunas, y hasta las estrellas más próximas se llevaba Jantrex. Y tal carga,
ni siquiera llenaba la mitad de su ingente costal. Le dio un último miramiento
al Sistema Solar y partió rumbo a Orcón a velocidad hiperluz. Al llegar, se
cruzaba con otros gigantes. Y él ni siquiera era un científico. Tan solo era
conocido como “El Coleccionista”. Nada menos que un individuo de su planeta
Ulab, donde era apenas conocido por lo que llamaríamos en la Tierra “su
barrio”. Sin embargo, como nunca faltan los soplones, detectives y espías, fue
que Jantrex fue descubierto ante la justicia de su planeta y denunciado por
atentar contra la propiedad privada del cosmos. Es decir, que la justicia de
Ulab no veía bien que este gigante esté yendo por ahí por todo el universo y
saqueando astros, y dejando mal el nombre de Ulab. Por lo cual, las autoridades
y gente de ciencia de su planeta decretaron:
-Jantrex,
tendrás que regresar y devolver los planetas y demás astros que recogiste por
todo el universo. Además tendrás que pedir disculpas a sus habitantes. ¿Está
claro?
-Sí señor.
Dicho y hecho,
“El Coleccionista” viéndose presionado y coaccionado por la justicia de Ulab,
tuvo que ir por todo el universo, como una versión hiperingente de Papá Noel y
devolver cada planeta, satélite y estrella que hubo recogido. Además pidió
disculpas a sus habitantes. Cuando le tocó el turno a la Tierra, los terrestres
ni cuenta se habían dado del secuestro planetario. Tan solo creían que estaban
en un gigantesco apagón y que algo le había pasado al sol y a las estrellas y
constelaciones.
-Disculpen
habitantes de la Tierra por haberlos secuestrado –expresó Jantrex, frente a
unos terrestres que aún estaban confundidos.
-¿Quién eres tú?
–se atrevió a preguntar uno de los máximos líderes terrestres.
-Yo soy Jantrex,
planeta Ulab, galaxia Orcón. Y lamento lo que hice.
-¿Y por qué
regresaste hasta este rincón del universo? –preguntó un astrónomo terrestre.
-Pues para
obedecer mi sentencia. O de lo contrario sería apresado o desintegrado por las
autoridades de mi planeta.
-Ok, ya veo.
Bueno, pues en nombre de la Tierra le agradecemos su acatamiento.
-Bueno, hasta
luego terrestres. Tal vez sepan algún día de nosotros.
-Tal vez sí,
pero espero que sea en plan pacífico –dijo el astrónomo.
Y tal y como
apareció Jantrex en el Sistema Solar, también abandonó la Espuela de Orión, la
Vía Lactea y se dirigió hasta Ulab para informar que cumplió su sentencia. No
obstante, al llegar no encontró a gigante alguno. Y enseguida elucubró lo
siguiente:
-¿Qué ha
pasado?¿Dónde están todos?
Buscaba y
buscaba y no encontró nada. Hasta que al fin vio una potente luz que brillaba
en Ulab, que lo despertó y lo trajo a la realidad. Encontrándose embotellado
conjuntamente con su planeta, dentro de la casa de un hipergigante llamado
Frenlox, del planeta Zorlán (este último del tamaño de Orcón).
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