Mucha gente cree que para
escribir tiene que encendérsele la cabeza, para darse cuenta que tiene una idea
y que está llegando hacia ellos la tan esperada “inspiración”. Pensamiento que
no comparto. Por lo menos no en cierta medida. He cierto que todos quisiéramos
que cuando estamos sentados frente a nuestro ordenador “brinquen las ideas”. Y
tal vez en algunas ocasiones resulta. Sin embargo, al igual que como estoy en
este momento dedicándoles unas líneas, no fue que tuve la inspiración, pero al
menos tuve la idea sobre qué escribir.
Es en vano que esperemos que la
llamada “inspiración” nos toque el hombro y oigamos su voz diciéndonos: “Ya
llegué…sorry…hubo mucho tráfico”. Según mi experiencia, luego que tengamos la
idea, es incluso hasta antes que esta llegue a nuestra mente, nada tendría
lugar si primero no tenemos “la voluntad”. Ese es nuestro combustible. Sin
voluntad de nada sirve tener la última novedad en computadoras del planeta. Sin
este elemento, nada se creará por sí solo o esperando una telekinesis.
Una vez que tenemos la idea, otro
de los pasos es sobre qué escribir. Y este paso es muy importante, ya que no es
lo mismo escribir un cuento, un poema o una novela. Para este trío en especial,
para los que no lo sepan, es indispensable aprender las técnicas. Sé que suena
tedioso o hasta oneroso, pero a la larga nos daremos cuenta que valió la pena
el tiempo y la inversión.
Por tal que lo último que puedo
recomendarles, en esta primera transmisión de consejos, es que primero se
capaciten en redacción. Aunque suene que “ni que fuéramos secretarios”. Me tomo
la libertad de recomendar que lleven ese curso, para poder escribir de manera
más óptima e incluso respetando las últimas reglas de la RAE (Real Academia Española).
Un gusto que hayan leído estas líneas, y mis mejores deseos en sus próximos
proyectos. ¡Suerte, futuros escritores!
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