Cierta vez, en un paraje piurano,
narra la historia uno de los personajes llamado Julián. Al estar reunido con
algunos de sus amigos, les cuenta que se aproxima una gran pelea. Explica que
tanto Justo como el Cojo se habían retado a ultranza. Y dicha habladuría corrió
como mecha de pólvora. Se extendió como un mal chisme. En pocos minutos, ya
todos sabían de aquel inevitable enfrentamiento.
En dicho lugar, según narra
Julián existía un tronco al que llamaban “La Balsa”, y que era algo muy
conocido por los habitantes del lugar. Por tanto, Justo como el Cojo, afilan
sus navajas para darle muerte a su contendor. Hacía poquito nomás que ya
estuvieron prestos a batirse en duelo, pero fueron detenidos por el cura del
pueblo.
La historia se desenvuelve
detallando el odio que se tenían ambos rivales. Incluso se narra la
pigmentación del Cojo, del que se dice que tenía un color como de aceituna. Por
su parte, a lo largo del cuento, otro personaje llamado Leonidas, intenta
aconsejar a Justo. Aquel personaje hasta cierta parte del cuento se muestra
como un amigo de Justo. Hasta que empieza la pelea ante la vista y paciencia de
todos sus amigos y conocidos.
Ambos inician a moverse de tal
manera de vencer a su oponente. Al principio, estaban más o menos parejos.
Hasta que el Cojo, supera en pericia a Justo, llegando un momento en que este
último ya está muy herido y por tal, el Cojo les sugiere que ya lo detengan,
pero Leonidas le responde que continúen con la pelea. Resultando lo inevitable,
Justo cayó muerto, ante el sollozo de Leonidas, el cual al final resulta siendo
el padre de Justo, a quien abraza y llora, y sobre todo con un gran peso de
culpabilidad.
Mario Vargas Llosa
No hay comentarios:
Publicar un comentario