Como era ya costumbre, un circo
llegó a cierto pueblito de Pisco. Y con su llegada, la algarabía y el
entusiasmo de grandes y chicos. No obstante, entre aquellos chiquillos de aquel
pueblito estaba Abraham, quien también quería disfrutar con los espectáculos
circenses. Y cuando supo que todos los artistas ya se iban preparando para sus
números artísticos. Aquel niño, que pareciese ser el mismo autor de este
cuento, se aproximó y le llamó la atención una niña a la que llamaban Miss Orquídea.
No obstante, entre los actos
artísticos de toda aquella constelación de personas, estaba “el vuelo de los
cóndores”, el cual era un número realizado por trapecistas, y entre ellos
estaba Miss Orquídea. Y cierto día, aquellos artistas hicieron el acto mortal,
pero, que, por un error, dicha niña se precipitó al vació, pero se salvó
gracias a las redes colocadas.
Situación por la cual, dicho acto
dejó de realizarse. No obstante, mientras la niña se iba recuperando sentada en
una silla de ruedas, Abraham fue a visitarla durante ocho días. El la
contemplaba desde lejos y le hacía señas como saludándola, y ella correspondía
a su saludo. No obstante, llegó el día siguiente, y como ya estaba programado,
el circo se retiró de aquel pueblito de Pisco, y con su partida, encendió la
gran tristeza de Abraham. Solo le quedó decirle el último adiós, y ella
correspondió flameando un pañuelo blanco, mientras que el barco se alejaba más
y más, dejando con su humo una especie de cabellera gris, que se desvanecía
entre las nubes.
Abraham Valdelomar
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