En el pueblo de Chupán, lugar de
los andes peruanos, el consejo de yayas (ancianos de la comunidad) discute
sobre la situación de uno de sus habitantes. Se trata de Cunce Maille, quien es
conocido como un vil ladrón, puesto que ya va la tercera vez que incurre en
robo. Por lo cual, los yayas y demás autoridades lo citan para una especie de
juicio.
Por un lado, José Ponciano alega
que Maille le robó una vaca, y sin más miramiento, el inculpado se defiende
sacando en cara que hace un año que el acusador le robó un toro. De tal modo,
que los yayas le preguntan por qué no denunció aquello en su tiempo. Y el acusado
contesta que no lo hizo porque en aquel pueblito no existe la justicia, y entre
todos se roban.
No obstante, Ponciano alega que
aquel toro se lo compró a Natividad Huaylas. Sin embargo, Cunce Maille, objeta
que dicho toro era de él y que Natividad no tenía ningún derecho a vender algo
que no era suyo. Puesto que el asunto se puso en contra de Maille, ya que este
último no tenía los treinta soles para pagar la vaca hurtada. De buenas a
primeras, por considerarlo un ladrón reincidente, el mismo pueblo empezó a
alzar sus voces “¡Ushanam Jampi! ¡Ushanam Jampi! Y como la voz del pueblo es la
voz de Dios. Cunce Maille fue sentenciado al jitarachum, es decir, al
ostracismo, al destierro para siempre de aquel pueblito Chupán.
Cunce Maille una vez desterrado, pasó
y siguió pasando el tiempo. Hasta que empezó a extrañar a su madre y a su
tierra natal. Por esta razón, decidió hacerle una visita, y lo hizo de una
manera muy sigilosa. No obstante, fue visto y se pasó la voz de lado a lado
como si fuera un chisme. Por lo cual, José Facundo uno de ellos al verlo le
tendió una trampa. Y le dijo que se acerque, y que nadie lo apresaría. Por
tanto, Maille se confió y se aproximó a aquel hombre, quien lo recibió con un
abrazo. No obstante, dicha muestra de afecto se transformó como un gran “abrazo
de oso”, un abrazo apresador. Por lo cual, los demás no dudaron en acercarse y
arrestarlo. Y antes que vinieran los demás pobladores, Maille lo agarró
fuertemente del cuello y en un ataque de ira le cortó la lengua a su traidor
embustero. Una vez detenido, sin más miramientos, se volvió a escuchar en el
ambiente la misma atmósfera: “¡Ushanam Jampi! ¡Ushanam Jampi!
Por tal, que los pobladores
armados de palos, piedras y cuchillos. Sin más miramientos se volcaron sobre
él, hiriéndolo gravemente. Ya casi agonizando se arrastró hasta los brazos de
su madre, pero sus ajusticiadores no tuvieron clemencia alguna de su estado. Y
le dieron el tiro de gracia, que fue descuartizando su cuerpo. Y colocando sus
intestinos a manera de guirnaldas en la entrada de la puerta, donde en el
otrora vivían Cunce Maille y su devastada madre.
Enrique López Albújar