Cuando
evoqué en mi memoria la palabra “inocentes”, al igual que muchos (me imagino),
habrán recordado la obra “Los Inocentes” del finado escritor peruano, Oswaldo
Reynoso, con personajes como “Cara de ángel”, “El Príncipe”, “Carambola”, entre
otros. No obstante, se trata de otra temática. Cada 28 de diciembre se celebra el
“Día de los Inocentes”, que, para muchos, solo representa un día en que se
hacen bromas, lo cual es solo una pequeña parte de la esencia de la existencia
de esta fecha.
Según
indica la Iglesia católica, se eligió esta fecha para conmemorar la muerte de
los niños menores de dos años, que el rey Herodes, ideó para eliminar al
supuesto salvador que durante mucho tiempo se venía anunciando su llegada, su
nacimiento. No obstante, un ángel le advirtió a San José que huyera con la Virgen María y
el niño Jesús, y así evitar su muerte.
Sin
embargo, durante la Edad Media, en que esta conmemoración continuaba, dicha
fecha se “mimetizó” con una celebración que distaba mucho de su verdadera esencia.
Se trataba de la “fiesta de los locos”, en la cual poco a poco se fusionó en
este día entre Navidad y Año Nuevo.
Cabe
destacar, que habiéndose salvado el niño Jesús, una estrella a la que se llamó “estrella de
Belén”, fue la que guió a los reyes magos para encontrar donde se encontraba
nuestro salvador. Por tanto, ya sabemos cual es el verdadero origen de la
conmoración en los días 28 de diciembre de cada año.
Esgrimista
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