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sábado, 15 de octubre de 2011

El quinto ojo de Argos

Juan Mujica

Dicen que Argos, quien era un gigante con cien ojos, por cuestiones del destino no pudo conservar sanos sus sentidos más característicos. Cuentan las leyendas que en un principio tenía sus órganos intactos, pero primero le vino una gran infección de la que no pudo sanarse, teniendo que extirparle dos de sus ojos. Claro que le dolió tales pérdidas, pero pasado un tiempo continuó con su vida.

Sin embargo, el destino lo condujo a luchar con el Equidna en una dantesca batalla. Llegándolo a vencer, pero le costó un ojo más, o mejor dicho un ojo menos. Lamentándose por una nueva pérdida ocular, se deprimió y se veía con tristeza en las aguas de una laguna el reflejo de su rostro con tres ojos menos. A pesar que era un gigante fuerte, también tenía vulnerable la vista. Entonces, en un momento de ira maldijo su mala suerte y gritó a Zeus, reclamándole su mala fortuna:

-¡Maldito seas Zeus, que permitiste que perdiera tres ojos! ¿Por qué no evitaste que me sucediera esto? ¿No eres tú el rey de los dioses?

            De pronto, el firmamento se puso oscuro y hasta anocheció a las tres de la tarde. Las nubes habían cubierto el sol y esta situación sorprendió a Argos, que a pesar de su gran vista, no lograba ver muy bien. Fue entonces que Zeus le respondió:

            -¿Me culpas a mí, Argos? ¿Habiendo tenido cien ojos y ahora que tienes 97, te sientes desdichado? ¿Y me maldices y me haces responsable? ¡Pues ahora te castigo por quejumbroso, y verás menos que antes!

Dicho esto cayó un rayo sobre Argos, .atinándole en un ojo y cicatrizando la herida de inmediato. Al verse nuevamente en la laguna, notó que un cuarto ojo había sido perdido para siempre. Ello motivó aun más la ira de Argos, quien ya tenía miedo de maldecir su mala suerte. Ahora tenía 96 ojos intactos, que veían en todas las direcciones. Así que el gigante tuvo un largo tiempo de reflexiones, viajando sin rumbo, al garete, tan solo con una idea en la mente: “No volver a perder otro ojo, su quinto ojo”. Y viajó y viajó por todo Grecia, evitando enfrentarse con otros gigantes y criaturas fabulosas. Hasta que sucumbió y quedó tirado en el piso muerto de cansancio, durmiendo y durmiendo. Sin embargo, cuando despertó, vio a la distancia un castillo. Esta visión le causó gran curiosidad y en vez de seguir su camino, decidió ir y averiguar quién vivía allí. Al aproximarse fue divisado por un centinela que le preguntó:

-¿Quién eres y a qué has venido?

-Soy Argos y busco paz.

            El centinela estuvo muy sorprendido por las palabras del gigante y notó además que tenía cuatro ojos mutilados. Así que consultó con el rey del castillo, y al verlo este de lejos sintió compasión y ordenó que lo dejaran pasar. Al abrir la gran puerta vieron a un Argos que todavía tenía cuatro ojos que estaban cicatrizando. Lo condujeron al interior y le permitieron que hablara con el rey:

            -Así que eres Argos. Hemos oído de ti. Dicen que desafiaste al mismísimo Zeus y que tus cien ojos, que ahora son 96 pueden ver en todas las direcciones.

            -Justamente, por eso es que estoy aquí señor. No deseo perder más ojos.

            -Muy bien, por tu tamaño no puedes quedarte aquí, pero te vamos a entregar un medallón de la suerte. Y así no volverás a perder otro ojo. Además te daremos una espada que esconde un gran poder.

            -Gracias señor.

            Argos no estaba muy convencido de lo que estaba recibiendo, pero como le dieron de comer, para él ya era suficiente. Agradeció y retomó su rumbo, aunque sin saber a dónde ir. Fue entonces que se encontró con un gigante idéntico a él, y peor aún, que tenía mutilados cinco ojos. Eso le pareció muy extraño. Y por un momento pensó en que su medallón lo ayudaría, pero no pasaba nada. Así que decidió usar su nueva espada y arremetió contra aquel gigante, hiriéndolo en la cabeza y mutilándolo de varias decenas de ojos. Aquel gigante gritó mucho de dolor, pero en respuesta maldijo un quinto ojo de su rival que escogió al azar:

            -Quizá yo no vuelva a tener la misma visión, pero tú perderás un quinto ojo. Vagarás por los desiertos y nadie te ayudará. Soy Zeus y usé tu reflejo para ver qué tan egoísta eres. Ahora tu quinto ojo perderás y no volverás a perder otro, porque asesinaré a quienes te ataquen. De ahora en adelante recordarás que tu quinto ojo es la marca de mi maldición.

            Dicho esto, Zeus lanzó un nuevo rayo a la cabeza de Argos y le arrancó un nuevo órgano ocular. Causándole un gran dolor y así se quedó para siempre con aquel quinto ojo dañado. Naciendo así la leyenda de “El quinto ojo de Argos”.

domingo, 14 de agosto de 2011

Argonautas

(Mitología Griega)

Con el nombre de argonautas se conoce a los héroes que acompañaron a Jasón en su búsqueda del vellocino de oro. Sus avatares fueron contados en el poema épico Argonáuticas, del autor griego Apolonio de Rodas.

El nombre de Argonautas procede del latín argonauta y ésta del griego αργοναύτης, de argos (nombre de la nave) y nauta (marinero). Argo era el nombre de la nave, bautizada en honor a su constructor Argos.

La historia de los argonautas es una de las leyendas griegas más antiguas incorporando numerosos elementos comunes en las historias populares, el viaje peligroso de un héroe al que se le envía para desembarazarse de él imponiéndole una tarea imposible de llevar a cabo pero de la que sale victorioso gracias a la ayuda de aliados inesperados.

domingo, 16 de enero de 2011

Jasón

(Mitología Griega)
Se le conoce como héroe mitológico griego. Hay versiones que su madre fue Alcímede (hija de Fílaco) o bien Polímede (tía de Ulises). Su padre fue Esón, rey de Yolcos. Sin embargo, su hermano Pelias lo destronó. También se cuenta que Esón confió el reino a Pelias hasta que Jasón fuera mayor de edad. No obstante, su tío un día fue a consultar su futuro al oráculo, y éste le dijo que un hombre calzado con una sola sandalia lo destronaría.

Jasón fue educado por el centauro Quirón hasta alcanzar la adultez. Y cuando cumplió los veinte años, enrumbó hacia Yolcos para recuperar el trono que por herencia le pertenecía. Para ello fue vestido cubierto con una piel de pantera, con una lanza en cada mano y con el pie izquierdo descalzo (según señalan algunos por haber perdido una sandalia cruzando el río). Ante esta imagen, su tío Pelias no lo reconoció, sin embargo, lo desconcertó su pie descalzo. 

No obstante, Jasón permaneció con su padre Esón por cinco días y al sexto se presentó ante Pelias, reclamándole el trono. Sin embargo, el tío decidió mandarlo al desvío mediante una difícil misión: viajar hasta Cólquida (al pie del Cáucaso), y que trajera el vellocino de oro, que era la piel de un carnero fabuloso que había salvado la vida de Frixo (antepasado de Pelias), y lo había trasladado a la Cólquida. Así Frixo ofreció en sacrificio a Zeus este carnero, regalando luego su piel de oro al rey Eetes. Este último lo consagró a Ares y lo depositó en un árbol al que cuidaban dos enormes toros que echaban fuego por la boca. Así como una serpiente que nunca dormía.

Otra versión cuenta que Jasón, inspirado en Hera, se habría decidido realizar la misión. Debido que al presentarse ante Pelias, éste advirtiendo su pie descalzo, y viendo el peligro que le dijo el oráculo, le preguntó ¿qué castigo impondría a quien conspirase contra su rey? A lo que el héroe mitológico contestó que lo enviaría a conquistar el vellocino de oro, cuya respuesta se volvió contra él.

También es famoso porque para tal misión solicitó el apoyo de Argos, hijo de Frixo, y por consejo de Atenea, construyó la nave Argo, que los condujo hasta la Cólquide, a Jasón y con la compañía de unos cincuenta héroes griegos, que se hicieron llamar “Argonautas” (marineros de Argo). Entre los que estaba Orfeo, Cástor, Pólux, etc.