Erase una vez, hace miles de años, en un tiempo donde la esperanza era lo único seguro de no perderse. Un reino en medio de lo que llamaríamos hoy Italia, el reino Azufre, donde el monarca era el rey Donato Crichelli. Llamado por la gente del pueblo rey Sulfúrico. Como es de imaginarse, él era poseedor de un carácter explosivo y de un genio detonante. Por lo que en general, todos le temían y trataban de no hacerlo enfadar. Sin embargo, con tantos enfrentamientos con otros reinos era previsible que se enfureciera constantemente y sacara a relucir los sapos y culebras de su real boca.
Un día llegó un emisario trayendo un pergamino, mismo que entregó dirigido al rey Crichelli. Uno de sus ayudantes lo leyó en su presencia y se trataba nada menos que una declaratoria de guerra, y utilizando palabras venenosas:
-Estimado hígado parlante. Es decir, rey Donato Crichelli, yo el rey Luiggi Sandinetti, ante nuestras diferencias y rencores sin resolver le declaro la guerra a tu reino. Así que empieza a correr y si piensas enviar a tus cobardes huestes mejor ahorra tiempo, ya que serán inútiles tus esfuerzos. Atentamente. Luiggi Sandinetti – Rey de los Bárbaros del Sur.
-Así que ese reysucho Sanguijuela se cree el rey del mundo y nos declara la guerra jajaja. Como siempre subestimando a sus enemigos. ¡General, envíe a un emisario a ese susodicho rey con lo que voy a dictarles!
-Si señor.
Fue así que el rey Crichelli le hizo llegar su pergamino al rey Sandinetti. Por tanto, la guerra era inminente y no había lugar a retroceso. Así que en tres días, según lo acostumbrado, a la salida del sol se dio inicio al enfrentamiento. Arremetiendo las tropas del rey Sulfúrico, armados hasta los dientes y completamente envalentonados y prácticamente salvajes. Sin embargo, las huestes enemigas no se quedaban atrás. También estos últimos estaban debidamente armados con lanzas y espadas con sus respectivos escudos. Al igual que las tropas del rey Sulfúrico. Y los generales de ambos ejércitos ordenaban atacar con todas sus fuerzas. Sin embargo, a pesar que la diferencia en número no era muy distante, muchos huyeron al ver que había muchas bajas en sus tropas. Otros prefirieron morir antes que escapar como pusilánimes. Y al final, las fuerzas del rey Sulfúrico ganaron la batalla, quedando un grupo de cien hombres en pie, y cero sobrevivientes del ejército del rey Sandinetti. Retirándose los ganadores con la mirada en alto y convencidos que el rey Sulfúrico los iba a condecorar y ascender. Y cuando estaban ante él y contado sobre el resultado. Su reacción fue desconcertante:
-¡¡¡Hemos ganado, gracias a ustedes hemos ganado!!! ¡¡¡Qué bien me siento!!! ¡¡¡Envíenles declaratoria de guerra a todos los reinos del planeta!!! ¡¡¡Somos invencibles!!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario