Juan Mujica
Allá entre las cavernas y bosques, entre el terreno
de los animales silvestres y seres fantásticos nocturnos, vivía un centauro,
pero que además debido a un conjuro mágico lo habían vuelto bicéfalo. Y con
aquellas dos cabezas le fue difícil coordinarse al principio. Sin embargo, con
la práctica llegó a sobrellevar su castigo. Y hasta llegó a decir:
-Dos
cabezas piensan mejor que una.
Convencido que estaba
llevando una vida normal, fue a ver a Fen, el monje de las siete leguas, quien era
llamado así por la distancia que acarreaba encontrarlo en sus territorios. Y
una vez que yendo a todo galope y balanceando ambas cabezas, lo encontró, no
desaprovechó pedirle que deshiciera el conjuro, ya que no soportaba las burlas
de los seres fantásticos que se topaban con él y hasta le parecía que las
cascadas se mofaban.
-Por
favor monje, líbrame de esta maldición –le decía el centauro bicéfalo.
-Muy
bien centauro. Desharé el conjuro, pero a cambio tendrás que hacerme un favor
–le respondió el monje.
-Lo
que sea señor de las siete leguas.
-Bueno,
lo que deseo que hagas es que me traigas a la noche en una botella. Y al día en
otra –enfatizó el monje, ante la sorpresa del centauro.
-Pero
mi señor. ¿Qué me estás pidiendo? ¡Eso es imposible! –sostuvo el centauro,
viendo sonreír como nunca a aquel villano de las siete leguas.
De
modo que sin más cuestionamientos, el bicéfalo se despidió y se fue. Al tercer
día, el centauro volvió ante el monje. Y le preguntó que si importaba en qué
momento le mostraba ambas botellas. Y el monje contestó que no importaba. Que
le mostrara las botellas a la hora que deseara. Fue entonces que el centauro se
volvió a despedir y no se supo de él durante un año. Regresando justo en el día
bisiesto y sonriendo, miró en el rostro al monje y le dijo:
-Jajaja
me pediste dos cosas imposibles que hacer. Jajaja por más que pensé a pesar de
mis dos cabezas no hallé la forma de contener el día y la noche en sendas
botellas. Sin embargo, al igual que en todas partes no hay ser único en su
oficio. Así que busqué por todas las tierras a algún hechicero, faltando poco
para completarse el año desde que partí. Conocí a otro monje que vivía allá a
lo lejos, detrás de las montañas. Su nombre es Xen, y dijo ser tu padre, Fen.
El
monje de las siete leguas, Fen, se asombró de saber de su padre y que le haya
ayudado al centauro.
-Entonces,
mi padre Xen te libró de tu maldición. Y puedo saber qué te pidió como favor.
-Fue
sencillo. Pidió que le entregara un retrato tuyo.
-Pero
si a mí jamás me han retratado.
-Lo
sé, pero como él no especificó el lienzo. Le hice ver tu semblante en unas
nubes que pasaban cerca. Y al verlas, me confirmó que efectivamente estaba
viendo tu rostro. Es por ello que ahora me ves con una sola cabeza. Tu padre te
extraña y fue tu recuerdo quien me quitó la maldición.
-Gracias
centauro, pero dime… dónde encontraste a Xen, mi padre.
-Con
gusto te lo diré pero primero un favor…
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