Juan Mujica
Mirando
el horizonte,
no
pasaba ni un alma,
aluciné
a un bisonte,
casi
perdiendo la calma.
Un
oasis vi deslumbrado,
mas
era un espejismo,
no
estando acostumbrado,
prefiero
yo el abismo.
Muerto
de cansancio,
caí
sobre la arena,
soñando
con Bizancio,
en
una noche serena.
Luego
escuché una voz,
que
llamaba más almas,
sujetando
la gran hoz,
en
medio de las palmas.
Desperté
casi enterrado,
con
una sonrisa precaria,
el
sendero ya cerrado,
me
hizo elevar precaria.
Vi
en lontananza,
la
figura de un caminante,
y
diciendo él “avanza”,
me
hizo recordar a Dante.
Seguí
por el desierto,
cubriéndome
la vista,
puro
campo abierto,
sin
nada realista.
Ya
deshidratado,
y
con temple abatido,
veo
pueblo setado,
volviéndome
el latido.
Jamás
pasó a mi mente,
la
idea fatalista,
gracias
dios clemente,
por
hacerme idealista.
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