Juan Mujica
Las
muertas tradiciones,
ya
no brillan en cortejo,
serenatas
con canciones,
las
condenan “galantejo”.
Resuelto
como halcón,
en
busca de su julieta,
no
encontrando balcón,
se
va con la rabieta.
Inspirado
en su amores,
a
su amada en un idilio,
y
frenando sus temores,
va
a entregarlo en domicilio.
El
padre recepciona,
la
carta sin censura,
tal
romance sanciona,
quemándola
en basura.
Nuestro
peruano Montesco,
ignora
la renuncia,
sin
lenguaje grotesco,
por
teléfono pronuncia:
“El
suspirar en mis adentros,
al
recordar yo tus ojos,
eterniza
los encuentros,
con
tus labios tan rojos.
Tus
manos acarician,
las
mías con ternura,
en
tanto que avarician,
la
miel por su dulzura.
La
tragedia me acompaña,
evitando
mi amuleto,
tu
familia ya regaña,
sin
ser los Capuleto”.
Tripulante
sin embarque,
ni
esperanza que fascine,
teniendo
ya su parque,
adorado
sea el cine.
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