Juan Mujica
Los
pájaros de plata revolotean por los cielos,
libres
en su andar y cruzando las fronteras
de
las castas disímiles. Nadie las detiene
solo
vuelan por las nubes, surcando el espacio
y
observando el horizonte incierto
de
nuestra ingente ciudad.
Pletóricos
cantares escucho por doquier,
melodías
y alabanzas percibo en los alrededores,
mi
corazón late desesperado, busco a los autores
de
la batahola, pero no veo a nadie,
caigo
en el agujero de la angustia, grito
pero
no me escuchan, y mientras espero
muere
el día.
Las
corrientes de los ríos,
llevan
por su cauce alegría y felicidad,
la
mismísima dicha está dispersa,
en
sus aguas, pero pocos pueden entrar.
Algunos
tratan de tirarse pero no llegan,
otros
ni siquiera ven el río. y los que
tuvieron
la suerte de entrar, nadan
sonrientes
en su gloria, sin preocupaciones
ni
temores. El nombre de los ríos es fortuna.
Mil
alegorías sobre la muerte me estremecen,
realmente
me hiela los huesos, hasta el
punto
de la desesperación. Miro hacia atrás
y
veo una multitud que me grita:
¡Ya
falta poco!, no me importa lo que ellos piensen,
el
júbilo de mis experiencias anteriores
es
lo que me mantiene animado.
Danzarines
pintorescos cruzan la ciudad,
llevando
entretenimiento a la muchedumbre.
El
cielo está descubierto, los árboles cantan,
las
piedras se ríen de nosotros.
Nadie
conoce el desenlace del día,
todos
nos movemos por inercia,
el
fantasmagórico silencio nos acorrala,
tratamos
de escapar, pero no podemos,
la
penumbra se acerca, nos encadena,
aprisionándonos
hasta el amanecer.
Morfeo
me tiene aprisionado en su mazmorra,
trato
de escapar, pero no puedo.
Los
cuervos vuelan encima de mí,
oníricamente;
los dragones púrpura me persiguen
y
ya casi me alcanzan,
lanzando
su fuego infernal.
La
esperanza pierde vigencia,
el
destino cambia de sendero,
y
me conduce hacia un bosque tenebroso,
donde
la buena suerte no existe.
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