Sé mujer
que tu piel es blanca,
blanca como la intimidad
de la luna,
pero tu imagen,
tu imagen se desnuda
ante mis ojos,
roja e incandescente,
como un sol
capaz de empañar
los espejos más altos
del cielo.
Sé que tu alma es
blanca,
como una metáfora libre
que aún no capta
la voz del verso.
Pero tu carne es roja
como un poema
angustiante,
como un pecado
rasgado que aprieto
entre mis dedos,
como un fuego
que hierve la parte más
viva de mis huesos,
como un infierno
que recrudece las viejas
llagas
de mi morir constante.
Sé mujer que eres alma,
pero también sé que eres
sangre.
Percy Taira
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