Juan Mujica
Mientras
el científico maniobraba diversas sustancias en sendas probetas, mezclando de
uno y de otro. Sucedió que aquella noche, que tenía de fondo rayos y truenos.
Esa noche, se le ocurrió tomar licor más de la cuenta, por lo que su lucidez se
vio afectada. Y en un recipiente mezcló y mezcló hasta que luego de echar una
gota de quién sabe qué. La nueva sustancia ebullicionó y salieron chispas.
Habiéndose tornado aquella sustancia de color morado y luego verde y luego
naranja. En fin, él solo sabía que era algo nuevo que revolucionaría al mundo.
Así que esa noche bebió de aquella nueva fórmula. Y la reacción no se hizo
esperar, desmayándose hasta la mañana siguiente. Al despertar se sintió muy
extraño. Se vio en el espejo y no se vio. Es decir, no veía su imagen. Probó desesperado
en todos los espejos de su laboratorio y no se pudo ver reflejado. Como vivía
solo en su casa no tenía a quien consultarle sobre aquel predicamento. Sin
embargo, al salir a la calle, él podía ver a todos, pero nadie podía verlo. En
vano trataba de gritarles, ya que el viento se llevaba su voz, pero él
insistía.
-¡Oigan,
escúchenme, necesito ayuda! –le decía a la gente, pero nadie le escuchaba.
-Qué
serán esos gritos. Debe ser alguna radio cercana en alto volumen –decían algunos
transeúntes.
No
obstante, el científico estaba desesperado. Así que llamó a un científico
amigo, de nombre Cloy, quien se apresuró en ir a buscarlo. Sin embargo, al
llegar a casa del flamante hombre invisible, se impresionó mucho cuando se
abrió la puerta de la casa y no veía a nadie.
-Richard,
Richard, ¿dónde estás? –preguntaba haciendo muchos miramientos.
-Estoy
justo en frente de ti Cloy. Ahora, al parecer soy invisible –expresaba Richard
a un escéptico Cloy.
-¿Dijiste
invisible amigo, no estás jugando?
-Tal
como lo oyes y no lo ves. Desde ayer estoy invisible. ¿Qué te parece?
-Vaya
es impresionante, y dime ¿cómo lo lograste Richard?
-Pues,
ese es el problema. Ni yo me acuerdo, solo sé que estuve haciendo muchas
mezclas ayer en la noche y mágicamente tenía listo una sustancia para hacerse
invisible.
-Entonces
debes tener cuidado. Aquella sustancia podría caer en malas manos. ¿Has hablado
con alguien más?
-Pues
no. Solo contigo –decía Richard, invadiéndole una jactancia por su invento.
-Muy
bien Richard, entonces te sugiero que entres en tu casa y que no salgas hasta
que se termine el efecto de aquella fórmula.
Entonces
aquel científico hizo caso del consejo de su amigo Cloy y se echó llave en su
casa, pero como no había quien lo atendiese, salió supuestamente de compras. Y
sin que Cloy lo advirtiera fue a la tienda más cercana y cogió una bolsa grande
y metió muchos productos. No obstante, era grabado por las cámaras de
seguridad, pero los vigilantes no daban crédito a sus ojos. Y cuando fueron a
ver a la bolsa voladora, Richard ya se había ido con los productos. No
obstante, él solo era invisible y no de acero como Superman, así que tenía que
cuidarse del tráfico. Y camino a casa se divirtió botando los periódicos de los
demás, molestando a los perros y hasta tirando lapos a sus malos vecinos. Por
un momento se sintió privilegiado, con super poderes. Pero su fortuna se
terminó cuando a la mañana siguiente pudo ver su cuerpo y celebró ante todos
sus espejos que ya estaba visible. No obstante, cuando fue a ver la sustancia,
ya no estaba. Al parecer había sido sustraída por un mal elemento. Así que se
alarmó y llamó a la Policia.
-Señor
policía, señor policía…han entrado en mi laboratorio y se han robado mi fórmula
de invisibilidad –expresaba en la comisaría Richard, ante unos efectivos
escépticos.
-Sí
señor, dice que han robado en su laboratorio. ¿Qué no es usted el científico
loco que veía ovnis en su sótano?
-Eso
ya pasó, señor, ahora estoy desesperado por mi fórmula. ¿Qué tal si cayó en
malas manos?
-Bueno
señor, si cayó en malas manos, pues no nos queda más que esperar.
-¿Esperar
qué?
-Pues
a que aquella persona cometa un delito. Y si dice que ahora es invisible, pues
va a ser más complicado –le decía el policía conteniendo la risa.
-Ok,
entonces los hago responsables si es que ocurre una desgracia en las próximas
24 horas.
Richard
se fue a su casa y trató de ordenar su laboratorio y recordar qué sustancias
había mezclado, pero no le atinaba. Hasta que recibió una llamada telefónica.
Era Cloy, que preguntaba por él.
-Cloy,
no sabes. Entraron ayer y se robaron mi fórmula.
-Mi
estimado amigo, te confieso que ayer entré en tu laboratorio. Al encontrarte
dormido, bebí de tu fórmula. Ahora soy yo el que está invisible. Y no he podido
hablar con nadie. Lamento no haberte avisado, ya que estaba disfrutando la
invisibilidad. Es fascinante –le contaba Cloy a Richard.
-¡Te
desconozco Cloy!, ¿desde cuándo entras a las casas y robas fórmulas? –le increpó
Richard a su amigo.
-Es
que, es que…
-Bueno,
ya pasó. Me diste un gran susto. Lo malo es que ya no hay fórmula. Así que el
mundo está a salvo ahora.
-Yo
no diría eso Richard.
-¿Por
qué lo dices? –preguntó.
-Porque
mandé a investigar tu fórmula a unos científicos rusos y la descompusieron, y
ahora ellos saben las sustancias que utilizaste para hacer tu fórmula.
-Demonios
Cloy. ¿Cómo se te ocurrió hacer eso?
-Pues
me ofrecieron una buena suma de dinero, y …..
-Demonios
Cloy. ¿Cómo fue que confiaste en ellos? –decía muy enfadado Richard.
Y
mientras ellos hablaban ya habían varios ejércitos de hombres invisibles
invadiendo muchos territorios e incluso hicieron invisibles sus máquinas de
guerra. Y no tardaron hasta que tuvieron al mundo en sus manos. Así que Richard
tuvo la alocada idea de invitar a Cloy a su laboratorio y empezaron a beber de
su alacena de licores hasta que estuvieron muy ebrios, y con la esperanza que
en su estado de ebriedad se toparan otra vez con la fórmula de invisibilidad.
No obstante, al despertar tenían una fórmula hecha en un recipiente. Se
aventuraron en tomarla y efectivamente se hicieron invisibles nuevamente. Y
tuvieron que pasar muchas borracheras hasta que al fin pudieron anotar los
químicos a utilizar para tener su fórmula. Y cuando todo el mundo fue
invisible, se enfrentaron cuerpo a cuerpo y máquina contra máquina. Resultando
una inevitable matanza con sangre invisible. Y en aquella guerra se perdieron
las anotaciones de la fórmula en ambos bandos. Así que Richard volvió a invitar
a su amigo Cloy a embriagarse en su laboratorio.
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