viernes, 28 de diciembre de 2012

El hombre invisible



Juan Mujica

Mientras el científico maniobraba diversas sustancias en sendas probetas, mezclando de uno y de otro. Sucedió que aquella noche, que tenía de fondo rayos y truenos. Esa noche, se le ocurrió tomar licor más de la cuenta, por lo que su lucidez se vio afectada. Y en un recipiente mezcló y mezcló hasta que luego de echar una gota de quién sabe qué. La nueva sustancia ebullicionó y salieron chispas. Habiéndose tornado aquella sustancia de color morado y luego verde y luego naranja. En fin, él solo sabía que era algo nuevo que revolucionaría al mundo. Así que esa noche bebió de aquella nueva fórmula. Y la reacción no se hizo esperar, desmayándose hasta la mañana siguiente. Al despertar se sintió muy extraño. Se vio en el espejo y no se vio. Es decir, no veía su imagen. Probó desesperado en todos los espejos de su laboratorio y no se pudo ver reflejado. Como vivía solo en su casa no tenía a quien consultarle sobre aquel predicamento. Sin embargo, al salir a la calle, él podía ver a todos, pero nadie podía verlo. En vano trataba de gritarles, ya que el viento se llevaba su voz, pero él insistía.
-¡Oigan, escúchenme, necesito ayuda! –le decía a la gente, pero nadie le escuchaba.
-Qué serán esos gritos. Debe ser alguna radio cercana en alto volumen –decían algunos transeúntes.
No obstante, el científico estaba desesperado. Así que llamó a un científico amigo, de nombre Cloy, quien se apresuró en ir a buscarlo. Sin embargo, al llegar a casa del flamante hombre invisible, se impresionó mucho cuando se abrió la puerta de la casa y no veía a nadie.
-Richard, Richard, ¿dónde estás? –preguntaba haciendo muchos miramientos.
-Estoy justo en frente de ti Cloy. Ahora, al parecer soy invisible –expresaba Richard a un escéptico Cloy.
-¿Dijiste invisible amigo, no estás jugando?
-Tal como lo oyes y no lo ves. Desde ayer estoy invisible. ¿Qué te parece?
-Vaya es impresionante, y dime ¿cómo lo lograste Richard?
-Pues, ese es el problema. Ni yo me acuerdo, solo sé que estuve haciendo muchas mezclas ayer en la noche y mágicamente tenía listo una sustancia para hacerse invisible.
-Entonces debes tener cuidado. Aquella sustancia podría caer en malas manos. ¿Has hablado con alguien más?
-Pues no. Solo contigo –decía Richard, invadiéndole una jactancia por su invento.
-Muy bien Richard, entonces te sugiero que entres en tu casa y que no salgas hasta que se termine el efecto de aquella fórmula.
Entonces aquel científico hizo caso del consejo de su amigo Cloy y se echó llave en su casa, pero como no había quien lo atendiese, salió supuestamente de compras. Y sin que Cloy lo advirtiera fue a la tienda más cercana y cogió una bolsa grande y metió muchos productos. No obstante, era grabado por las cámaras de seguridad, pero los vigilantes no daban crédito a sus ojos. Y cuando fueron a ver a la bolsa voladora, Richard ya se había ido con los productos. No obstante, él solo era invisible y no de acero como Superman, así que tenía que cuidarse del tráfico. Y camino a casa se divirtió botando los periódicos de los demás, molestando a los perros y hasta tirando lapos a sus malos vecinos. Por un momento se sintió privilegiado, con super poderes. Pero su fortuna se terminó cuando a la mañana siguiente pudo ver su cuerpo y celebró ante todos sus espejos que ya estaba visible. No obstante, cuando fue a ver la sustancia, ya no estaba. Al parecer había sido sustraída por un mal elemento. Así que se alarmó y llamó a la Policia.
-Señor policía, señor policía…han entrado en mi laboratorio y se han robado mi fórmula de invisibilidad –expresaba en la comisaría Richard, ante unos efectivos escépticos.
-Sí señor, dice que han robado en su laboratorio. ¿Qué no es usted el científico loco que veía ovnis en su sótano?
-Eso ya pasó, señor, ahora estoy desesperado por mi fórmula. ¿Qué tal si cayó en malas manos?
-Bueno señor, si cayó en malas manos, pues no nos queda más que esperar.
-¿Esperar qué?
-Pues a que aquella persona cometa un delito. Y si dice que ahora es invisible, pues va a ser más complicado –le decía el policía conteniendo la risa.
-Ok, entonces los hago responsables si es que ocurre una desgracia en las próximas 24 horas.
Richard se fue a su casa y trató de ordenar su laboratorio y recordar qué sustancias había mezclado, pero no le atinaba. Hasta que recibió una llamada telefónica. Era Cloy, que preguntaba por él.
-Cloy, no sabes. Entraron ayer y se robaron mi fórmula.
-Mi estimado amigo, te confieso que ayer entré en tu laboratorio. Al encontrarte dormido, bebí de tu fórmula. Ahora soy yo el que está invisible. Y no he podido hablar con nadie. Lamento no haberte avisado, ya que estaba disfrutando la invisibilidad. Es fascinante –le contaba Cloy a Richard.
-¡Te desconozco Cloy!, ¿desde cuándo entras a las casas y robas fórmulas? –le increpó Richard a su amigo.
-Es que, es que…
-Bueno, ya pasó. Me diste un gran susto. Lo malo es que ya no hay fórmula. Así que el mundo está a salvo ahora.
-Yo no diría eso Richard.
-¿Por qué lo dices? –preguntó.
-Porque mandé a investigar tu fórmula a unos científicos rusos y la descompusieron, y ahora ellos saben las sustancias que utilizaste para hacer tu fórmula.
-Demonios Cloy. ¿Cómo se te ocurrió hacer eso?
-Pues me ofrecieron una buena suma de dinero, y …..
-Demonios Cloy. ¿Cómo fue que confiaste en ellos? –decía muy enfadado Richard.
Y mientras ellos hablaban ya habían varios ejércitos de hombres invisibles invadiendo muchos territorios e incluso hicieron invisibles sus máquinas de guerra. Y no tardaron hasta que tuvieron al mundo en sus manos. Así que Richard tuvo la alocada idea de invitar a Cloy a su laboratorio y empezaron a beber de su alacena de licores hasta que estuvieron muy ebrios, y con la esperanza que en su estado de ebriedad se toparan otra vez con la fórmula de invisibilidad. No obstante, al despertar tenían una fórmula hecha en un recipiente. Se aventuraron en tomarla y efectivamente se hicieron invisibles nuevamente. Y tuvieron que pasar muchas borracheras hasta que al fin pudieron anotar los químicos a utilizar para tener su fórmula. Y cuando todo el mundo fue invisible, se enfrentaron cuerpo a cuerpo y máquina contra máquina. Resultando una inevitable matanza con sangre invisible. Y en aquella guerra se perdieron las anotaciones de la fórmula en ambos bandos. Así que Richard volvió a invitar a su amigo Cloy a embriagarse en su laboratorio.


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