sábado, 29 de diciembre de 2012

Los onirománticos



Juan Mujica

De entre la multitud de adivinadores en el mundo son muy exóticos los que adivinan los sueños. Verbigracia, José, hijo de Isaac, quien fue dotado por Dios con el don de decodificar los sueños. Tal como él existen otros con el mismo don. Y algunos de ellos eran conocidos en el Perú por una élite exclusiva de personas. Más bien de gente secular, de personas allegadas al esoterismo, a la astrología, y que ofrecían sus servicios a toda clase de gente crédula y otros tantos escépticos. Uno de ellos era Jonás, el padre, luego estaba Helen, su esposa, y por último, Jonás, el hijo. Esta familia hacía uso de sus “buenas artes” para ganarse la vida. Y su forma de subsistir se había modernizado. Ya no tenían carteles en los mercadillos como sus antepasados. Ellos hacían uso del marketing digital. Es decir que tenían una cuenta en las dos redes sociales más famosas y conocidas. De tal modo que Jonás, el hijo, se encargaba de promocionar la oniromancia por Internet. Sin embargo, ellos no soltaban información vía web, ya que así no ganaban. A lo mucho una adivinación de cortesía, pero nada más.  
Cierto día captaron a un hombre que vivía atormentado por sus alucinantes y dantescos sueños. Se acercó a su “oficina”, y pagó por una consulta.
-¡Por favor, ayúdenme, ya no puedo soportarlo! –decía el hombre.
-Cálmese, cálmese. Díganos cómo es su sueño –le preguntó Jonás, el hijo.
-Todas las noches sueño que estoy en el mar y me persiguen tiburones. ¡Es terrible. Ayúdenme por favor!
-Así que sueña con tiburones que lo persiguen. ¿Y llegan a morderlo? –preguntó Jonás, el padre.
-Bueno, no llegan a morderme porque me despierto asustado.
-Muy bien señor –le decían al hombre, quien ya estaba en el escritorio-. Soñar con tiburones es síntoma que lo amenaza un sentimiento. Esta noche se toma esta pastilla y cuando esté frente a los tiburones les va a gritar: “¡Fuera pescaditos!”. De ese modo usted asume el control sobre esos escualos y los pone en su lugar.
Dicho y hecho. El hombre hizo lo que le dijeron y a las tres noches siguientes ya no tuvo que tomar más pastillas. No obstante, se apersonó a ellos una mujer, que tenía un semblante de insomnio terrible y que también solicitaba sus servicios.
-Tiene que ayudarme Don Jonás. Ya no lo soporto. Todas las noches lo mismo. Sueño que todos los hombres del mundo me violan. Todos, y  siento como me manosean y no puedo escapar de ellos. Por favor, ayúdenme –decía la mujer que se caía de cansancio por no dormir bien.
-Muy bien. Escúchenos bien –decía Jonás, el padre-. Esta noche se toma esta pastilla antes de dormir, y si sueña con esos hombres de nuevo. Gríteles: “¡Alto. No se acerquen o los castro. Lárguense niñitos de pecho!”.
Así que esa noche hizo efecto la curación y aquellos hombres del sueño se fueron y la dejaron en paz. Y así fue que poco a poco se hicieron conocidas sus buenas artes y llamaron a esas pastillas milagrosas. Sin embargo, no faltaban los escépticos, quienes aún no estaban convencidos de su sugestiva curación. Así que llegó un día en que queriendo dejarlos con mala imagen, les llevaron a un hombre trastornado, que decía soñar con el diablo que se peleaba con Superman y él los veía, pero no llegaba a ver quién ganaba, ya que se despertaba en medio de la contienda.
Sin embargo, Jonás, el padre, conversó un momento con Jonás, el hijo, e incluso con Helen, esposa del primero. Y murmuraban muy disimuladamente para que el loquito no se diera cuenta de su plan. Y en realidad tramaban algo, ya que era muy evidente el estado del paciente.
-Señor, según nuestra experiencia, tiene usted una alteración psíquica y una obsesión hacia aquellos dos personajes. Así que esta noche usted se va a tomar dos pastillas, y si nuevamente sueña con el diablo que se pelea con Superman, usted dígales: “!Alumnos. Ya basta. Dejen de pelear y vayan a hacer sus tareas!”.
Y fue así que aunque aquel hombre seguía siendo un paciente del Larco Herrera. Después que tomó aquellas pastillas y enfrentó a su sueño, pudo dormir bien. No obstante, aquellas pastillas no eran más que unos potentes ansiolíticos que servían para que las personas duerman tranquilas y sin tensiones. No obstante, gracias a aquel paciente. Su negocio prosperó y les vinieron toda clase de clientes y gente trastornada. Sin embargo, gracias a la pastillita lograron sanar a cuanto loco iba a su oficina.
Un día se acabaron las pastillas y ya no había como “curar” a los pacientes. Y peor aún, con tanta angustia fueron ellos quienes terminaron teniendo pesadillas. Por un lado, Jonás, el padre, soñaba que unas hormigas gigantes lo picaban en el pecho. Luego su esposa Hellen, soñaba que se divorciaba de su esposo y que volvía a ser niña, y para terminar, Jonás, el hijo, soñaba que toda la gente que habían ayudado a sanarse los perseguían enfadados y en pijamas. Y tanto fue su desdicha que terminaron por comunicarse con sus familiares que estaban en Europa. Sin embargo, al llamar por teléfono se escuchaba una voz burlona que decía: “¡Hola, nos fuimos a la China para curarnos de las pesadillas. Dulces sueños!”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario