Juan Mujica
Iban caminando dos
personajes y se iban cuestionando sus desdichas. Por una parte estaba cuatro
caras, quien como su nombre lo indica tenía una cara en los cuatro costados de
su cabeza. Sin embargo, a su lado estaba el hombre dado. Este último a pesar de
sus seis lados, no era tan infeliz como su contertulio.
-Dime amigo cuatro caras. ¿Por qué eres tan desdichado
con tu aspecto? –le preguntó el hombre dado.
-¿Y todavía lo preguntas? No hay día en que no me fije en
el espejo y ver a un fenómeno. Esa es mi desgracia.
-Pero al menos tú eres así por herencia. Tus padres y los
padres de tus padres son y fueron igual a ti. No obstante, mírame a mí. Un
hombre dado por el hechizo de unos brujos. Yo sí debería estar deprimido. Sin
embargo, no me quejo tanto. Ya que tengo seis perspectivas y 21 ojos que me
alertan del peligro –decía el hombre dado.
-Mmmm…. aun así no me convence el hecho de no ser como
los humanos. Ellos sí que son felices. Y no temen salir a la calle. Sin
embargo, nosotros tenemos que escondernos para que no nos griten ¡fenómenos!
–refería cuatro caras.
-Eeey mira… un arco iris. ¿Lo puedes apreciar con tus
ocho ojos?
-Bueno si, lo veo. Es hermoso. Como te decía…¡pero vaya
qué es eso que viene hacia acá! –indicaba cuatro caras, volteando para
verificar su visión.
-Es una estampida de elefantes. Pongámonos a salvo.
Subamos a ese árbol. O nos aplastarán –proponía el hombre dado-. ¿Ya ves como
no todo es lamento?
-Bueno sí, admito que tiene algo de beneplácito. Sin
embargo, hubiera bastado con oírlos para advertir su presencia.
Y así continuaron caminando hasta que cayeron en una
trampa. Era una red de cazadores. Y ahora estaban colgados y sin visión que los
salve.
-¿Y qué me dices ahora? ¿Qué cara o qué ojo nos salvará?
–repetía cuatro caras.
-No desesperes que ya se nos ocurrirá algo.
-Maldita sea, ¿por qué tuvimos que caer en esta trampa. ¿Cómo
no viste con tu cara que va al piso?
-Ya no discutamos y sigamos pensando.
En eso vinieron cuatro personajes y al verlos se rieron
de su aspecto. Eran los cazadores humanos, que al tenerlos ahí colgados se
imaginaban cuánto dinero harían de ponerlos en uno de sus circos. Los soltaron,
pero los tenían amenazados con sus rifles.
-¿Qué están mirando? –preguntaba cuatro caras.
-¿Tú qué crees? –respondía uno de los cazadores.
Fue entonces que salieron al encuentro otros personajes
que rescataron a los dos prisioneros. Se trataba de los hermanos de cuatro
caras, quienes venían con toda una legión de hombres cuatro
caras armados hasta los dientes, y habían seguido el rastro de su hermano menor. Y cuatro caras
estaba feliz y no dudó en volver a llamarse Jonás, y conjuntamente con Pablo y
Feldor, soltaron al hombre dado. Y Jonás volvió a su vida o mejor dicho a su
tetravida y no volvió a avergonzarse de su aspecto. Y en cuanto al hombre dado,
un día que se refrescaba en las aguas de un riachuelo se le apareció un hada, y
al tocarlo con su varita, volvió a su estado original. Y ya no lo volvieron a
llamar hombre dado, sino más bien Fortuno, por su buena fortuna. Tiempo después
este último se encontró con Jonás, quien no lo reconoció, y le dijo:
-Amigo ¿cómo te va? Soy Fortuno, el ex hombre dado.
-Hola Fortuno. ¡Caramba!, si que se te ve diferente.
-Soy el mismo, pero extrañando mis 21 ojos, jaja
-¿Y qué vas a hacer ahora? –preguntó Jonás.
-No sé, tal vez me vuelva un escritor de cuentos, o
crítico literario, jaja.
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