jueves, 11 de abril de 2013

Gargolvia



Juan Mujica

En plena edad media se hallaban como siempre en las alturas; en las cornisas de antiquísimos templos las gárgolas. Habiéndoseles dado la misión de proteger a los humanos de brujas, demonios y malos espíritus. No obstante, ellos como sabemos solo tenían vida nocturna, pero apenas amanecía y los rayos de luz avanzaban, ellos se volvían piedra como estatuas. Fue así que llegó el día en que aquella ciudad donde se encontraban muchos de ellos, a la que llamaban Gargolvia, fue invadida por dragones escarlata, y estos últimos eran muy feroces. Incluso botaban fuego por sus hocicos, calcinando a sus adversarios. 

Sin embargo, por su parte las gárgolas que se encontraban en Gargolvia tenían un líder a quien llamaban Zendor. Imponente y majestuoso. Todo un coloso que estaba protegiendo uno de los templos ancestrales. Y a su vez él delegaba su poder a diez gárgolas subalternas, quienes se encargaban de proteger a la comunidad de gárgolas. No obstante, por el lado de los dragones, su líder era Tunkro. Conocido y reconocido por su crueldad. Los humanos le temían y su leyenda trotaba de generación en generación de entre los murmullos de los ancianos de Gargolvia. Y como el tiempo siempre se abre camino entre las muchedumbres, llegó el día en que Tunkro y los demás dragones invadieron la ciudad de las gárgolas. Causando destrozos, y quemando a diestra y siniestra. Su ataque fue diurno, por lo tanto no les dio chance a los colosos de piedra de actuar. Así que en cuanto se retiró el sol del horizonte, la indignación no se hizo esperar.
            -¡Malditos dragones! ¡Tunkro del infierno! –gritó Zendor, con los ojos rojos de furia.
            -¡Tramposos! Atacaron de día. Solo porque saben que somos nocturnos –habló uno de los subalternos.
            Mientras las gárgolas los maldecían, Tunkro y los demás dragones festejaban su malignidad a lo grande.
            -Jajaja, pobres gárgolas. ¿Cómo habrán “amanecido”? Apuesto a que Zendor estará rezongando entre los suyos –refirió el líder de los dragones-. Qué les queda. Si son unas ratas de la noche, pero ¿saben qué? Qué tal si atacamos su ciudad de noche, jajaja.
            Todos los dragones escarlata estuvieron de acuerdo. E incluso enviaron un emisario que les avisaba que iban a atacar Gargolvia dentro de dos días. Dicho y hecho, llegó el día o mejor dicho la noche. Y en cuanto la oscuridad reinó en aquella ciudad, se desató la furia de las gárgolas. Por su parte, Tunkro y los suyos venían planeando sobre las nubes y descendieron calmadamente como si fueran angelitos. No obstante, apenas tocaron las elevadas cornisas, empezó la batalla campal o aérea. Los dragones echaban fuego y las gárgolas sobrevolaban sobre ellos y aventándoles rocas de diversos tamaños. Sin embargo, la batalla fue poniéndose más peliaguda. Y como si fuesen “antiguos bárbaros” comprometieron los bienes materiales de los humanos. Dañando ventanas, fachadas de las casas, los techos y ni qué decir de los automóviles que iban de un lado a otro como bólidos de fuego.
            -¡¡¡Un momento!!! –gritó Zendor, deteniendo el ataque de los suyos.
            -¡¡¡Alto!!! –hizo lo propio Tunkro.
            -Creo que es hora de negociar –expresó el líder de las gárgolas.
            -Jajaja, muy bien, negociemos –exclamó el líder de los dragones escarlata.
            -Hemos poblado Gargolvia por milenios. Protegiendo a los humanos de monstruos y criaturas como ustedes. Así que dígannos, ¿cuál es su precio por dejarnos en paz y largarse?
            -Muy bien. Este es el precio. Una pelea entre uno de los tuyos contra uno de los míos, jaja. Si pierden ustedes, nos quedaremos con Gargolvia…
            -¿Y si ustedes pierden?
            -Entonces los dejaremos tranquilos –dijo Trunkor, haciéndole un guiño a los suyos.
            Fue entonces que Zendor eligió a uno de los suyos. De igual manera lo hizo Trunkor. Así que empezó la contienda. Atacando Vikur –quien era uno de los mejores guerreros entre las gárgolas. Y así mismo lo hizo Balk –quien era uno de los mejores combatientes de entre los dragones. Luchando cuerpo a cuerpo. Fuego contra rocas y astucia. Siendo vitoreados por los suyos y sangrando un fluido azul. Fue entonces que intervinieron los humanos y a punta de espadas y flechas, además de rocas catapulteadas. Fue así que se rompió el protocolo y los humanos y las gárgolas expulsaron a los dragones de Gargolvia. Y los dragones tuvieron que retirarse, ya que entre los humanos también había magos legendarios y que congelaron sus alientos. Y antes que amanezca las gárgolas volaron hacia las cúspides y volvieron a adornar las cornisas de los templos y demás edificaciones. Y se volvió a sellar el pacto entre los humanos y las gárgolas en Garlgolvia.

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