Juan Mujica
En plena edad media se
hallaban como siempre en las alturas; en las cornisas de antiquísimos templos
las gárgolas. Habiéndoseles dado la misión de proteger a los humanos de brujas,
demonios y malos espíritus. No obstante, ellos como sabemos solo tenían vida
nocturna, pero apenas amanecía y los rayos de luz avanzaban, ellos se volvían
piedra como estatuas. Fue así que llegó el día en que aquella ciudad donde se
encontraban muchos de ellos, a la que llamaban Gargolvia, fue invadida por
dragones escarlata, y estos últimos eran muy feroces. Incluso botaban fuego por
sus hocicos, calcinando a sus adversarios.
Sin embargo, por su
parte las gárgolas que se encontraban en Gargolvia tenían un líder a quien
llamaban Zendor. Imponente y majestuoso. Todo un coloso que estaba protegiendo
uno de los templos ancestrales. Y a su vez él delegaba su poder a diez gárgolas
subalternas, quienes se encargaban de proteger a la comunidad de gárgolas. No
obstante, por el lado de los dragones, su líder era Tunkro. Conocido y reconocido
por su crueldad. Los humanos le temían y su leyenda trotaba de generación en
generación de entre los murmullos de los ancianos de Gargolvia. Y como el
tiempo siempre se abre camino entre las muchedumbres, llegó el día en que
Tunkro y los demás dragones invadieron la ciudad de las gárgolas. Causando
destrozos, y quemando a diestra y siniestra. Su ataque fue diurno, por lo tanto
no les dio chance a los colosos de piedra de actuar. Así que en cuanto se
retiró el sol del horizonte, la indignación no se hizo esperar.
-¡Malditos dragones! ¡Tunkro del infierno! –gritó Zendor,
con los ojos rojos de furia.
-¡Tramposos! Atacaron de día. Solo porque saben que somos
nocturnos –habló uno de los subalternos.
Mientras las gárgolas los maldecían, Tunkro y los demás
dragones festejaban su malignidad a lo grande.
-Jajaja, pobres gárgolas. ¿Cómo habrán “amanecido”?
Apuesto a que Zendor estará rezongando entre los suyos –refirió el líder de los
dragones-. Qué les queda. Si son unas ratas de la noche, pero ¿saben qué? Qué
tal si atacamos su ciudad de noche, jajaja.
Todos los dragones escarlata estuvieron de acuerdo. E
incluso enviaron un emisario que les avisaba que iban a atacar Gargolvia dentro
de dos días. Dicho y hecho, llegó el día o mejor dicho la noche. Y en cuanto la
oscuridad reinó en aquella ciudad, se desató la furia de las gárgolas. Por su
parte, Tunkro y los suyos venían planeando sobre las nubes y descendieron
calmadamente como si fueran angelitos. No obstante, apenas tocaron las elevadas
cornisas, empezó la batalla campal o aérea. Los dragones echaban fuego y las
gárgolas sobrevolaban sobre ellos y aventándoles rocas de diversos tamaños. Sin
embargo, la batalla fue poniéndose más peliaguda. Y como si fuesen “antiguos
bárbaros” comprometieron los bienes materiales de los humanos. Dañando
ventanas, fachadas de las casas, los techos y ni qué decir de los automóviles
que iban de un lado a otro como bólidos de fuego.
-¡¡¡Un momento!!! –gritó Zendor, deteniendo el ataque de
los suyos.
-¡¡¡Alto!!! –hizo lo propio Tunkro.
-Creo que es hora de negociar –expresó el líder de las
gárgolas.
-Jajaja, muy bien, negociemos –exclamó el líder de los
dragones escarlata.
-Hemos poblado Gargolvia por milenios. Protegiendo a los
humanos de monstruos y criaturas como ustedes. Así que dígannos, ¿cuál es su
precio por dejarnos en paz y largarse?
-Muy bien. Este es el precio. Una pelea entre uno de los
tuyos contra uno de los míos, jaja. Si pierden ustedes, nos quedaremos con
Gargolvia…
-¿Y si ustedes pierden?
-Entonces los dejaremos tranquilos –dijo Trunkor,
haciéndole un guiño a los suyos.
Fue entonces que Zendor eligió a uno de los suyos. De
igual manera lo hizo Trunkor. Así que empezó la contienda. Atacando Vikur
–quien era uno de los mejores guerreros entre las gárgolas. Y así mismo lo hizo
Balk –quien era uno de los mejores combatientes de entre los dragones. Luchando
cuerpo a cuerpo. Fuego contra rocas y astucia. Siendo vitoreados por los suyos
y sangrando un fluido azul. Fue entonces que intervinieron los humanos y a punta
de espadas y flechas, además de rocas catapulteadas. Fue así que se rompió el
protocolo y los humanos y las gárgolas expulsaron a los dragones de Gargolvia.
Y los dragones tuvieron que retirarse, ya que entre los humanos también había
magos legendarios y que congelaron sus alientos. Y antes que amanezca las
gárgolas volaron hacia las cúspides y volvieron a adornar las cornisas de los
templos y demás edificaciones. Y se volvió a sellar el pacto entre los humanos
y las gárgolas en Garlgolvia.
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