domingo, 21 de abril de 2013

Los cinco oráculos



Juan Mujica

Desde tiempos inmemoriales en la Tierra; desde que aún estaba hirviendo; un poco antes que pangea se dividiera en los cinco continentes que conocemos. Sucedió que ellos ya estaban presentes. Incluso desde el momento de la gran explosión (Big Bang), estos seres inteligentemente sobrenaturales contemplaban la creación y se hacían cada vez más sabios. Y cuando pasaron los tiempos de los dinosaurios, los humanos los llamaron “Los cinco oráculos”. Cada uno de ellos quedaba en un continente, pero a pesar de sus dones no tenían mucha comunicación. Uno de ellos, el oráculo de América estaba en el Perú. Justamente en Machu Picchu. Así que nuestros Incas pudieron haberlo conocido, paralelamente a Apu Kontiki Wiracocha. Y por ende, venían extranjeros de diversos países de América para hacerle preguntas. Sin embargo, había ciertos pactos que muy bien eran conocidos. Para empezar tenía que haber luna llena y que le trajeran un kero (vaso ceremonial) lleno de sangre. Así que los sacerdotes y hechiceros anunciaban los días en que dicho oráculo podía atenderlos.

            -Oh oráculo de América, quiero que me anuncies si tendré descendencia –expresó un lugareño, que no podía dormir por la angustia.

            -Escúchame hombre. Tendrás descendencia. Dentro de 30 lunas, tu mujer alumbrará un varón –exclamó el oráculo americano-. Sin embargo, cuando crezca se rebelará contra ti y dará muerte.

            -Oh oráculo de América, deseo saber si nuestros enemigos invadirán nuestro pueblo –preguntó otro hombre, que había venido desde la Patagonia.

            -Lamento decirte que la guerra va a empezar, y mientras estoy hablando contigo, tus enemigos ya están partiendo hacia tu pueblo –le explicó el oráculo americano a aquel forastero.

            Y así casi diariamente cuando había luna llena y con un kero de sangre llegaban más y más consultantes. Hombres de guerra y hombres de paz. No obstante, muy lejos de ahí, cruzando el Atlántico estaba el oráculo de Europa. También tenía sus condiciones. Además se encontraba en Portugal. Dicho oráculo pedía dos recipientes de sangre, y dos corderos en sacrificio. Y también pedía que fuera luna llena.

            -Oh señor de Europa. Tú que todo lo sabes. Dime si tendremos una buena cosecha y ganado en abundancia –preguntó un europeo, pastor y agricultor.

            -Buen hombre. Gracias a tu ardua labor y la de tu gente, tendrás buena cosecha y ganado en abundancia-. No obstante, cuando llegue el invierno tus animales morirán de frío y tus cosechas se terminarán y ya no brotará más sobre tus tierras.

            Efectivamente, la voz del oráculo europeo anunció todo lo que iba a sucederles a las personas que iban a preguntarle sus dudas. Y de igual manera sucedía con los oráculos de Asia, África y Oceanía.

            Fue entonces que los oráculos, quienes ya estaban cansados de atender y de dar malas noticias a los humanos, decidieron reencontrarse. Sin embargo, como no querían ser vistos por los humanos, se les ocurrió encontrarse en la luna. Y allá estaban y miraban con soslayo al planeta Tierra.

            -Oráculos, qué bueno verlos desde hace mucho tiempo –expresó el oráculo de Asia, paseando la mirada sobre sus contertulios.

            Eran como unos espíritus de colores particulares que flotaban de un lado hacia otro.

            -Bien señores, qué podemos hacer. Yo también ya me cansé de darles malas noticias a los humanos –refirió el oráculo de Oceanía, quien fue el último en llegar.

            -¿Qué tal si nos tomamos un descanso. Unos mil años jaja –exclamó el oráculo de América.

            -No es tiempo de bromear. Esto es cosa seria –protestó el oráculo de Africa, quien tenía una cantimplora en la mano izquierda.

            -Pero qué podemos hacer. No es nuestra culpa la mala fortuna de todos ellos –refirió el oráculo europeo, mientras se agarraba la barba blanca.

            -Vaya vaya, parece que esto está para rato. Yo también estoy en desacuerdo con esa broma del descanso –replicó el oráculo de Asia, con el asentimiento de sus compañeros de Oceanía y América.

            -Y por qué no simplemente se retiran del puesto –dijo una voz desconocida, ante el asombro de todos.

            -¿Quién dijo eso? –se preguntaron los cinco.

            -Vaya vaya, ¿y se hacen llamar oráculos? Soy yo, Selene, o mejor dicho la luna. Los he estado escuchando y parece que ustedes, que son los sabios de la Tierra no pueden decidirse.

            -En realidad si sabíamos que eras tú. Y como ya escuchaste todo. ¿Cómo podríamos solucionar este dilema? –preguntaron los oráculos.

            -Es muy sencillo. Para empezar vuelvan a unir los continentes. Ya saben, como la antigua pangea. Y una vez juntos, ya tendrán más tiempo de encontrarse y de dar soluciones y premoniciones más positivas –dijo la luna.

            Los oráculos se vieron las caras y asintieron con esa solución y agradecieron a Selene. Sin embargo, les pidió un favor: “que no sepa la Tierra que les hice un favor”

            -Demasiado tarde Selene, ya me contó el sol sobre tus incursiones. Jajaja –dijo la Tierra, ante el asombro de los oráculos

            Y una vez que todos hubieron sonreído, volvieron a unir los continentes en un solo pangea. Y fue entonces que empezaron las guerras de todos contra todos. Y los oráculos volvieron a reencontrarse para buscar una solución.


           
            -

No hay comentarios:

Publicar un comentario