Juan Mujica
El mundo experimentó
muchos fenómenos naturales. Dentro de ellos los huracanes que llegaban y se
iban dejando secuelas de destrucción. Fue entonces que los habitantes de
Sudamérica se alertaran por la aparición de un nuevo huracán a quien nominaron
como el huracán “Atila”. Debido a su fuerza devastadora. Además que era muy
escurridizo y se aparecía de improviso. Destruyendo casas, autos, árboles,
personas, animales, etc.
Ahora está inubicable y
por tanto la situación es preocupante. La última vez que lo vieron estaba
arrasando con todo en el norte. Específicamente en Centro América. Apareció en
Guatemala y siguió por El Salvador, luego prosiguió por Honduras y Nicaragua. Devastando
con su gran fuerza. Y no se salvaban ni los edificios. La gente tuvo que improvisar
bunkers subterráneos para protegerse de su poder destructor.
-Señor, ¿qué podemos hacer? En cualquier momento puede
llegar aquí el huracán Atila. ¿Qué hacemos? –pregunta un subalterno a su
general.
-No sabemos en qué momento llegará. ¿Qué dicen los
meteorólogos?
-Ellos tampoco saben. La información que tienen es muy
imprecisa –respondió el subalterno.
Sin embargo, el huracán Atila seguía avanzando y asolando
todo a su paso. Se veían volando a personas de toda condición y edad. Además de
autos, techos de las casas, las mismas casas, camiones, tractores, tanques, en
fin. Nada se salvaba. Hasta que llegó el momento inesperado. El huracán Atila
llegó al Perú. Y empezando por Tumbes y Piura iba arrasando con todo.
Prosiguiendo con los departamentos siguientes: Lambayeque, La Libertad,
Cajamarca. Todo iba volando por los aires. Hasta que llegó a Lima. Ya se podrán
imaginar a la gente en la Plaza de Armas agarrados de la pileta y de las rejas
del Palacio de Gobierno. No obstante, el huracán Atila se los llevó. Incluso a
unos caballos que paseaban con sus dueños. Todos se fueron volando. Y en los
aires se veían zarandeándose a todos los objetos, personas y animales, dando
vueltas en una incansable cadencia.
-¡Huyan que viene el huracán Atila! –gritaba la gente en
el Parque Kennedy.
Sin embargo, el fenómeno natural era incansable y
arrasador. Barrió con familias enteras. Con filas de autos, hasta con los
Metropolitanos. Todos iban volando.
Ya nadie quería salir de los bunkers. Hasta que al
parecer hubo una aterradora quietud. No se escuchaba nada afuera. Incluso se
escuchaban las respiraciones de todos. Por un momento volvió la calma y se alegraron.
Tanto así que se confiaron y empezaron a salir de los bunkers. Pensando que
había pasado el peligro. No obstante, como los fenómenos naturales no tienen
conciencia. Como no hay tregua con la naturaleza. El huracán Atila se hizo
presente. Arrasando con todo a su paso, pero llegó el momento en que pasó por
el Cusco y sucedió lo inesperado. Otro huracán se hizo presente y se enfrentó
contra el huracán Atila. La contienda era terrible y sobre todo que Machu
Picchu estaba cerca y peligraba su infraestructura. Hasta que al final de unos
buenos remolinos interminables el huracán Atila se dio a la retirada ganando el
otro huracán. Y todos se quedaron sorprendidos hasta que un anciano que había
visto el enfrentamiento dijo:
-No hay duda, es el espíritu de Apu Kontiki Wiracocha
–ante el asombro de los demás.
Y desde ese momento se le llamó a ese huracán salvador
como el huracán “Wiracocha”. El huracán peruano.
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