sábado, 25 de mayo de 2013

El huracán Atila



Juan Mujica

El mundo experimentó muchos fenómenos naturales. Dentro de ellos los huracanes que llegaban y se iban dejando secuelas de destrucción. Fue entonces que los habitantes de Sudamérica se alertaran por la aparición de un nuevo huracán a quien nominaron como el huracán “Atila”. Debido a su fuerza devastadora. Además que era muy escurridizo y se aparecía de improviso. Destruyendo casas, autos, árboles, personas, animales, etc.

Ahora está inubicable y por tanto la situación es preocupante. La última vez que lo vieron estaba arrasando con todo en el norte. Específicamente en Centro América. Apareció en Guatemala y siguió por El Salvador, luego prosiguió por Honduras y Nicaragua. Devastando con su gran fuerza. Y no se salvaban ni los edificios. La gente tuvo que improvisar bunkers subterráneos para protegerse de su poder destructor.
            -Señor, ¿qué podemos hacer? En cualquier momento puede llegar aquí el huracán Atila. ¿Qué hacemos? –pregunta un subalterno a su general.
            -No sabemos en qué momento llegará. ¿Qué dicen los meteorólogos?
            -Ellos tampoco saben. La información que tienen es muy imprecisa –respondió el subalterno.
            Sin embargo, el huracán Atila seguía avanzando y asolando todo a su paso. Se veían volando a personas de toda condición y edad. Además de autos, techos de las casas, las mismas casas, camiones, tractores, tanques, en fin. Nada se salvaba. Hasta que llegó el momento inesperado. El huracán Atila llegó al Perú. Y empezando por Tumbes y Piura iba arrasando con todo. Prosiguiendo con los departamentos siguientes: Lambayeque, La Libertad, Cajamarca. Todo iba volando por los aires. Hasta que llegó a Lima. Ya se podrán imaginar a la gente en la Plaza de Armas agarrados de la pileta y de las rejas del Palacio de Gobierno. No obstante, el huracán Atila se los llevó. Incluso a unos caballos que paseaban con sus dueños. Todos se fueron volando. Y en los aires se veían zarandeándose a todos los objetos, personas y animales, dando vueltas en una incansable cadencia.
            -¡Huyan que viene el huracán Atila! –gritaba la gente en el Parque Kennedy.
            Sin embargo, el fenómeno natural era incansable y arrasador. Barrió con familias enteras. Con filas de autos, hasta con los Metropolitanos. Todos iban volando.
            Ya nadie quería salir de los bunkers. Hasta que al parecer hubo una aterradora quietud. No se escuchaba nada afuera. Incluso se escuchaban las respiraciones de todos. Por un momento volvió la calma y se alegraron. Tanto así que se confiaron y empezaron a salir de los bunkers. Pensando que había pasado el peligro. No obstante, como los fenómenos naturales no tienen conciencia. Como no hay tregua con la naturaleza. El huracán Atila se hizo presente. Arrasando con todo a su paso, pero llegó el momento en que pasó por el Cusco y sucedió lo inesperado. Otro huracán se hizo presente y se enfrentó contra el huracán Atila. La contienda era terrible y sobre todo que Machu Picchu estaba cerca y peligraba su infraestructura. Hasta que al final de unos buenos remolinos interminables el huracán Atila se dio a la retirada ganando el otro huracán. Y todos se quedaron sorprendidos hasta que un anciano que había visto el enfrentamiento dijo:
            -No hay duda, es el espíritu de Apu Kontiki Wiracocha –ante el asombro de los demás.
            Y desde ese momento se le llamó a ese huracán salvador como el huracán “Wiracocha”. El huracán peruano.

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