Juan Mujica
Llegó el día en que las
muelas del juicio tomaron el poder. Primero hicieron un motín en las bocas de
sus dueños. Es decir, que se sublevaron de aquellas cavidades con alfombras
rojas, con molares, caninos e incisivos. Le hicieron jaque mate a sus dueños y
se apoderaron de los cuerpos y los sentidos de los humanos. Ya se imaginarán a
los seres humanos caminando como zombis y realizando marchas y protestando en
todos los consultorios de odontología. Tal y como lo leen. La manifestación
llegó a ser mediática, ya que había personas que ya no tenían muelas del
juicio. Todos ellos eran espectadores de todo el desorden que estaba
aconteciendo. Y los dentistas estaban asustados, ya que aquellos zombis
reclamaban sus cabezas y querían vengarse de ellos.
-¡¡¡Deeennntttiiiisssstttaaasss, salgan yaaaa!!!
–gritaban al unísono, mientras caminaban atropelladamente.
Y los pocos hombres de prensa que no tenían muela del
juicio les tenían miedo y los grababan de lejos. Como si hubieran hecho algo
muy malo. Y comenzaron a romper las lunas, patear las puertas y quemar llantas.
Eran un verdadero peligro. Y las transmisiones que salían al aire solo animaban
a que más gente se les una. No obstante, las muelas del juicio ya habían
llegado muy lejos y no podían retroceder.
-Túuu, me hiciste doler con una extracción. Toma y toma
jajaja –le decía un zombi a cierto dentista.
-A ver abre tú la boca, jajaja. ¿Duele? Jajaja –decía
otro zombi a otro dentista.
Y este bolondrón llegó a oídos de San Pedro, quien
alarmado avisó a Dios. Aunque este
último ya estaba informado de lo ocurrido por su omnisciencia. E inmediatamente
detuvo las marchas y manifestaciones. Liberando a los seres humanos del poder
de las muelas del juicio. No obstante, trasladó a todos los que tenían dicha
muela al paraíso, al Edén. Y se armó una especie de juicio final.
-Bien señores y señoras, muelas del juicio y dientes en
general. Estamos aquí para resolver un problema.
En ese momento una muela del juicio quiso hablar a través
de la boca de un humano. No obstante, Dios lo reprimió levantando un dedo
meñique.
-Un momento, aún no termino –dijo Dios sin perder la
calma.
Las muelas del juicio estaban impacientes y hacían
castañetear los dientes de sus dueños.
-¡Silencio, basta! –instó el todopoderoso.
-A ver qué tiene que decir la defensa. A ver tú –dijo
Dios señalando al que había interrumpido.
-Señor todopoderoso. El motivo de nuestro reclamo es que
los humanos nos han estigmatizado a lo largo de la historia como las “muelas
del juicio”. Queremos que nos quiten esa nominación y que simplemente nos digan
molares o muelas –expresó la muela del juicio inquieta.
-¿Ese es todo el problema? –expresó irónico Dios.
-Si me permite, señor…..
-Dígame…..
-Somos muchos los que sufrimos extracciones y terminamos
en la basura. Es más. Creo que ningún diente debería tener ese destino. Así
como los antropólogos guardan los huesos de los dinosaurios y los hombres de
épocas antiguas, creo que merecemos el mismo trato señor –dijo otra muela del
juicio, ante el asentimiento de los demás.
-¿Saben que están en el juicio final? ¿Saben que si
quisiera todo terminaría aquí para humanos y para dientes? –recordó Dios,
mirando a toda la audiencia.
En eso se oyó un silencio sepulcral. Como si nadie
estuviera en el gran salón.
-Muy bien muelas del juicio. Respetaré esta vez su
pedido. Ya que son tan importantes en las bocas de los humanos. A partir de hoy
deberán llamarlas “muelas superiores”. Atrás quedará el recuerdo de lo de
“juicio”. Y como este ha sido uno de tantos que se han hecho en la Tierra, voy
a hacer un pacto con ustedes. No habrá de hoy en adelante cadáver que se pudra
con ustedes dentro. Ahora los cuerpos serán embalsamados o si el humano lo
desea cremado, pero no se verá agusanarse los dientes.
Fue entonces que Dios dio un par de palmadas y todos los
humanos con sus respectivos dientes despertaron en las calles. Tirados como los
zombis que habían sido. Y ya nadie volvió a repetir “muela del juicio”, ya que
habían estado en uno. Y dentro de las bocas se celebró la nueva nominación. Y
las alfombras rojas (lenguas) brillaron y los molares, caninos e incisivos
celebraron. No obstante, como no hay siempre finales felices, como el destino
es impredecible. El abogado del diablo que era el diablo en persona levantó la
voz y dijo:
-¡Un momento!... entonces habría que ser considerados con
el cráneo, con la médula espinar, con la columna y con los falanges, en fin
–decía el diablo, ante la mirada de San Pedro y de Dios mismo.
-Tenías que meterte en esto también, ¿no? –dijo Dios-. Ya
no hay más marchas y no dejaré que paralices la Tierra con tus argucias.
-¿No es verdad que todos tienen el mismo derecho? ¿No es
verdad? –decía el diablo ante la mirada de los seres humanos-. ¡Igualdad para
todos!
-Síiiiii –respondieron muchos.
Y Dios miró a los hombres que hace unos instantes habían
asentido con él y miró de reojo al diablo. Y entonces supo lo que tenía que
hacer.
-Muy bien, ya que están de acuerdo con Lucifer. Desde hoy
mismo me retracto de lo dicho y vuelvo a establecer la nominación de “muelas
del juicio” y se acabó. No hay corona para nadie. He dicho y punto.
Fue entonces que las muelas del juicio se arrepintieron y
a partir de ese momento pasaron a establecerse al final de las dentaduras y de
cabeza, mirando hacia abajo. Y los dentistas volvieron a su trabajo y se
ocuparon de perforar, curar y extraer las mil veces llamadas “muelas del juicio
final”.
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