Narrar la mejor música a través del mejor cine es una
combinación ganadora a la que recurre Kevin MacDonald
en "Marley", donde el
autor de "The Last King of Scotland" sigue los pasos de otros
cineastas como Martin Scorsese, Jonathan Demme o Wim Wenders, que han buceado
en los archivos de sus ídolos musicales.
Desde la lacrimógena "The Glenn Miller Story", con James Stewart, y "Night and Day" con Cary Grant como un Cole Porter sin ningún atisbo de homosexualidad hasta la magistral "Amadeus", de Milos Forman, que ganó ocho premios Óscar, pasando por "The Doors", de Oliver Stone, el cine ha recurrido a los maestros de la música para inspirar sus películas.
Pero de un tiempo a esta parte, muchos cineastas han preferido abordar a sus mitos a través de un género, el documental, que les convierte en privilegiados fans con acceso al material musical y personal de esas estrellas de la música hasta componer una historia más o menos oficial pero igualmente apasionante.
Así lo ha entendido Kevin MacDonald, realizador que deslumbró al público mayoritario con "The Last King of Scotland" pero que, en realidad, ya había ganado un Óscar como documentalista en "One Day in September", sobre el mismo suceso histórico que luego inspiró a Steven Spielberg en "Munich".
En "Marley", partiendo del consabido periplo vital del cantante de "No Woman, No Cry", maneja con gran talento dramático el material de archivo y enarbola un emocionante recorrido por la historia de Jamaica, por el arte como salvación y por un planteamiento vital ajeno a los cánones convencionales marcados por occidente.
Si Forman en "Amadeus" hacía un inquietante estudio de la mediocridad y la envidia, MacDonald desvía la mirada hacia la politización de los ídolos de masas y la libertad sentimental. Todo, por supuesto, con una inmejorable banda sonora.
Su técnica no es muy distinta a la de Martin Scorsese, cada vez más melómano que cinéfilo, que se acercó a The Band, a Bob Dylan, rodó un concierto de los Rolling Stones y realizó una vibrante radiografía espiritual de George Harrison en "Living in the Material World", de la HBO.
El realizador italoamericano, acostumbrado a rubricar con su estilo sus obras de ficción, se pliega al material preexistente y la convención de las entrevistas para alumbrar obras que no por ello dejan de ser puro cine.
Algo parecido le pasa a Wim Wenders, cineasta abonado a un cine poético en títulos como "París, Texas", pero que como documentalista rindió un cálido y directo homenaje a Compay Segundo o Elíades Ochoa en "Buena Vista Social Club", filme que le convirtió en candidato al Óscar.
Como verdadera obsesión se puede definir lo que Jonathan Demme ha desarrollado por Neil Young. El ganador del Óscar por "The silence of the lambs" va ya por el tercer documental sobre el músico canadiense: "Heart of Gold", "Trunk Show" y "Journeys" han sido los títulos.
Cameron Crowe rodó un documental sobre la banda grunge Pearl Jam y Peter Bogdanovich se rindió a la magia de Tom Petty and the Heartbreakers en "Runnin" Down a Dream", pero esta tendencia, en realidad, la inauguró el maestro de la nouvelle vague Jean-Luc Godard.
El director de "À bout de souffle", muchos años antes que Scorsese, rodó a los Rolling Stones en "Sympathy for the Devil", documental del año clave 1968 en el que acababa hablando, cómo no, de la contracultura occidental o las Panteras Negras para ir más allá de la música de "sus satánicas majestades" y tejer una profunda reflexión intelectual.
Algo casi tan atípico como lo que hizo el español Isaki Lacuesta cuando quiso hacer un documental sobre el cantaor de flamenco José Monge "Camarón" y vio que Jaime Chávarri estaba haciendo un filme de ficción.
El director de "Los pasos dobles" optó entonces por retratar la vida de tres personajes atravesados por la obra del cantaor y filmó así uno de sus mejores y más emotivos títulos, "La leyenda del tiempo".
Eso sí, el melómano oficial del cine español siempre será Fernando Trueba que, enamorado de Diego El Cigala, Carlinhos Brown, Bebo Valdés y el Niño Josele, ha dirigido "Calle 54", "Blanco y negro" o "El milagro de Candeal".
Desde la lacrimógena "The Glenn Miller Story", con James Stewart, y "Night and Day" con Cary Grant como un Cole Porter sin ningún atisbo de homosexualidad hasta la magistral "Amadeus", de Milos Forman, que ganó ocho premios Óscar, pasando por "The Doors", de Oliver Stone, el cine ha recurrido a los maestros de la música para inspirar sus películas.
Pero de un tiempo a esta parte, muchos cineastas han preferido abordar a sus mitos a través de un género, el documental, que les convierte en privilegiados fans con acceso al material musical y personal de esas estrellas de la música hasta componer una historia más o menos oficial pero igualmente apasionante.
Así lo ha entendido Kevin MacDonald, realizador que deslumbró al público mayoritario con "The Last King of Scotland" pero que, en realidad, ya había ganado un Óscar como documentalista en "One Day in September", sobre el mismo suceso histórico que luego inspiró a Steven Spielberg en "Munich".
En "Marley", partiendo del consabido periplo vital del cantante de "No Woman, No Cry", maneja con gran talento dramático el material de archivo y enarbola un emocionante recorrido por la historia de Jamaica, por el arte como salvación y por un planteamiento vital ajeno a los cánones convencionales marcados por occidente.
Si Forman en "Amadeus" hacía un inquietante estudio de la mediocridad y la envidia, MacDonald desvía la mirada hacia la politización de los ídolos de masas y la libertad sentimental. Todo, por supuesto, con una inmejorable banda sonora.
Su técnica no es muy distinta a la de Martin Scorsese, cada vez más melómano que cinéfilo, que se acercó a The Band, a Bob Dylan, rodó un concierto de los Rolling Stones y realizó una vibrante radiografía espiritual de George Harrison en "Living in the Material World", de la HBO.
El realizador italoamericano, acostumbrado a rubricar con su estilo sus obras de ficción, se pliega al material preexistente y la convención de las entrevistas para alumbrar obras que no por ello dejan de ser puro cine.
Algo parecido le pasa a Wim Wenders, cineasta abonado a un cine poético en títulos como "París, Texas", pero que como documentalista rindió un cálido y directo homenaje a Compay Segundo o Elíades Ochoa en "Buena Vista Social Club", filme que le convirtió en candidato al Óscar.
Como verdadera obsesión se puede definir lo que Jonathan Demme ha desarrollado por Neil Young. El ganador del Óscar por "The silence of the lambs" va ya por el tercer documental sobre el músico canadiense: "Heart of Gold", "Trunk Show" y "Journeys" han sido los títulos.
Cameron Crowe rodó un documental sobre la banda grunge Pearl Jam y Peter Bogdanovich se rindió a la magia de Tom Petty and the Heartbreakers en "Runnin" Down a Dream", pero esta tendencia, en realidad, la inauguró el maestro de la nouvelle vague Jean-Luc Godard.
El director de "À bout de souffle", muchos años antes que Scorsese, rodó a los Rolling Stones en "Sympathy for the Devil", documental del año clave 1968 en el que acababa hablando, cómo no, de la contracultura occidental o las Panteras Negras para ir más allá de la música de "sus satánicas majestades" y tejer una profunda reflexión intelectual.
Algo casi tan atípico como lo que hizo el español Isaki Lacuesta cuando quiso hacer un documental sobre el cantaor de flamenco José Monge "Camarón" y vio que Jaime Chávarri estaba haciendo un filme de ficción.
El director de "Los pasos dobles" optó entonces por retratar la vida de tres personajes atravesados por la obra del cantaor y filmó así uno de sus mejores y más emotivos títulos, "La leyenda del tiempo".
Eso sí, el melómano oficial del cine español siempre será Fernando Trueba que, enamorado de Diego El Cigala, Carlinhos Brown, Bebo Valdés y el Niño Josele, ha dirigido "Calle 54", "Blanco y negro" o "El milagro de Candeal".
Fuente: RPP
No hay comentarios:
Publicar un comentario