Noé (Russell Crowe), hijo del
asesinado Lamec y nieto de Matusalén (Anthony Hopkins) recibe la revelación
divina de un diluvio que aniquilará toda especie viviente (salvo, se entiende,
peces y anfibios) y la misión de construir un arca en la que ingresarán su
esposa Naameh (Jennifer Connelly), sus hijos Cam (Lohgan Lerman), Sem (Douglas
Booth) y Jafet (Leo McHugh Carroll) y su hijastra Ila (Emma Watson). El Creador
(nunca se menciona la palabra Dios en la cinta) le da las medidas del arca y la
tarea de salvar a los animales. Antes del diluvio, deberá pelear con Tubal Caín
(Ray Winston) y su tribu, para lo cual recibe ayuda de los Vigilantes,
monstruosos seres de roca con las voces de Nick Nolte, Mark Margolis y Frank
Langella.
No
somos especialistas en la Biblia pero, pese a su fidelidad en términos
generales a la historia narrada en el Génesis, los coguionistas la alteran por
razones dramáticas. Así, el mandato divino incluye a los hijos de Noé y sus
esposas como pasajeros del arca (aquí solo está Ila). De igual modo, confieren
poderes mágicos a Matusalén y, por cierto, no hay “Vigilantes”, aunque el texto
bíblico habla de la existencia de Gigantes (“hombres fuertes y malvados”), de
modo que su conversión en ángeles caídos redimidos por su defensa de Noé puede
ser tomada como licencia poética. Tampoco consta la presencia de un intruso en
el arca, que tardó un siglo (tiempo simbólico, no fílmico) en ser construida.
LaRepublica.pe
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