-¡Eres
más papista que el Papa! ¡Si, tú,…todos ya están empilados para ir a la disco,
y solo tú quieres quedarte! ¡Eres un aguafiestas! ¡Un quedado! ¡Con tu actitud
te vas a quedar solo! –le esgrimía todas estas palabras John a su hermano Raúl,
quien no escatimaba en hacer ademanes para animarlo.
-¡Parece que el que está mal de la cabeza es otro¡
-¿Quién, yo,…?
-Claro, ¡crees que porque te vacilas de lo lindo en la
Calle 8, en el Mantaro, y en el Madison, y otros huariques…crees que eres bacán
haciendo eso?....Parece que te olvidas que el examen de admisión es en un mes.
¿Te sientes preparado? –exclamaba Raúl y restregándole su irresponsabilidad a
John en su cara pelada.
-¿Ya ves?, tú lo has dicho. Falta un mes. Así que
podríamos juerguearnos dos semanas y luego encerrarnos a quemar las pestañas
para ese examen –Con tal argumento, Raúl empezaba a flaquear. Y en vez de dar
una respuesta definitiva. Pidió información-.
¿Y quiénes van a ir de las chicas? –preguntó Raúl, quien empezaba a
hacerle caso al diablito que estaba al lado izquierdo de su hombro.
-Ajaaa…lo que necesitabas era estímulo hermano, jajaja.
Pues bien, van a ir Lorena con sus amigas, la chata y la pecosa. Además, van a
ir Mary…
-¡¿Mary?!...¿la más guapa del lonsa?
Por su parte, como vio muy entusiasmado a su hermano, le
dijo que sí. No obstante, la Mary de la que John estaba hablando era otra, de
cabello negro y lacio como Morticia Addams.
Fue así que llegó el día esperado. Era viernes y toda la
gente de la academia, estaba impaciente. Todos habían juntado sus ripios, e
invertido todo su sencillo para aquella tarde que prometía ser alucinante. Por
su parte, Jonathan y los demás estaban en la tienda de la esquina haciendo un
previo, con una botella de ron. A los 20 minutos ya estaban pilas. Y tomaron
los taxis que los conducirían de la Av Arequipa al Cercado. Y como no podía ser
de otra manera, dentro del taxi se seguían empilando, e incluso le invitaron al
taxista, quien no midiendo el peligro aceptó la dádiva de aquellos estudiantes.
Esa tarde se hizo noche, y cuando ya estaban medio-agujas
se fueron retirando. Hubo algunas conquistas, ya que con lo que habían tomado
no eran exquisitos para sus gustos. Ya no importaba con quien, sino bastaba que
estuviera al costado. John agarró con la pecosa, mientras que Raúl estaba
irreconocible y experimentó un romance con la chata. Al parecer todo había
salido de improvisto. Aquella noche que expelía un aroma a canchita pop corn,
se mimetizaba con la brisa de verano que los hacía perder la ecuanimidad y el
sentido lógico.
Y fue así que John y Raúl se divirtieron aquellas dos
semanas. Y cuando Raúl miró el calendario, vio con ultra preocupación que
faltaba una semana para el examen de admisión. Aquello le supo como un baldazo
de agua fría. Y no tuvo mejor reacción que increparle a su hermano, puesto que
no había cumplido su palabra.
-¡Dos semanas dijiste! ¡No pasa nada dijiste! ¡Mira el calendario!
¡Dentro de siete días es la prueba! ¿Y ahora, qué hacemos? –expresó Raúl,
mientras le sujetaba de la solapa a su hermano.
-¡No te sulfures!¡En una semana podemos absorber mucho
conocimiento! –le respondió John, con un descaro que parecía una bola de nieve
en picada.
-¡No sé por qué te hice caso!
-¡Yo sí sé! ¡Y lo disfrutaste, verdad?
-Luego del examen te quiero ver. Frente a la cara de papá
y mamá. Esa escena sí que va a echar chispas.
Y fue así que dieron el examen. Por su parte, John estaba
relajado, mientras que Raúl trataba de rebuscar en su memoria, o realizar una
catarsis para recordar lo aprendido. Sudaba frío y maldecía a John y lo volvía
a maldecir. Pasadas unas horas se hizo público los resultados del examen de
admisión. Por su parte, John, todo conchudo empezó a mirar desde arriba,
mientras Raúl buscaba desde abajo, siendo más realista. John postulaba a Ingeniería
Mecatrónica, mientras que Raúl quería agarrar cupo para la facultad de Derecho.
Cuando llegaron a casa, Raúl no sabía dónde poner la cara, mientras que John
los miró a los dos y les dijo:
-…Cha que estaba tranca. ¿Verdad, Raúl? –expresó John a
su hermano, como queriendo compartir su salvavidas.
-Bueno, yo…
-No se preocupen. Yo también pasé por lo que ustedes han
pasado. Ese examen es un verdadero infierno. Así que no me queda más remedio
que matricularlos en alguna carrera técnica. Sí, creo que esa es la solución.
-¡Qué chévere! ¡Una carrera técnica! –decía John sin
sangre en la cara.
-Bueno, yo…-Raúl tenía un nudo en la garganta, y no podía
expresar su vergüenza y decepción ante sus padres. Así que habiendo pasado la
parte “peligrosa”, le siguió la corriente a su hermano y aceptó la propuesta.
Fue así que John se matriculó en una carrera de tres años
de Inglés Intensivo, mientras que Raúl lo hizo en un instituto para estudiar Ciencias
de la Comunicación.
Aparentemente todo estaba resuelto. Pasó dos semanas y
empezaban a captar las lecciones de sus carreras. Sin embargo, como la hierba
mala nunca muere. John empezó a socializar con la gente de su instituto. No
tardando en holgazanear u organizar salidas “báquicas”. Tuvo el descaro de
pararse en la parte del pupitre del lonsa y sin más desparpajo les pasó el dato
sobre una disco que quedaba en plena Av Arequipa. Aquel “campo de batalla”
respondía al legendario nombre de “Relajo”. Fue así que cada viernes John se llevaba a sus nuevos amigos a libar y
juerguear, mientras que Raúl que por suerte ya no estudiaba junto a su hermano,
ahora podía cumplir sus tareas y concentrarse en su carrera de Ciencias de la
Comunicación. Los tres años se pasaron
volando. Y al finalizar aquel tiempo, Raúl les expresó a sus padres que había
culminado sus estudios con honores, mientras que John sin mayor farfulleo, les
dijo a sus padres en su cara pelada:
-Ya no quiero estudiar allí. Mucho “Relajo”.
Juan Mujica
No hay comentarios:
Publicar un comentario