Y se me reveló una luz
antes de ir a casa:
De manos cansadas, mi alma
empozada estaba,
Y entonces recurrí
atiborrado a tus labios,
Y por poco pude ver tus
ojos.
Con justa razón,
La voz se me perdió.
De la mente cubriendo
susurros, tu alma empeñaba,
De mis pasos buscando un
futuro, tus andares acompañaban,
Me quedé dormido
soslayando
El temor que muere en tus
labios,
Con justa razón,
Perdí voz y corazón.
Cuando el sueño era amable
y tus labios aún rojos,
Descubrí el misterio que
hay entre el cielo y el enojo,
Y entendí: ¿por qué se
olvida?,
¿Por qué no encuentro tu
rostro?
Cuando el cielo cambió de
colores, y con él la fragata encendida
Perdiese en tus labios
brisa y horizonte,
¡Vaya perplejidad si de mí
bastase un bote!
¡Sin tener sol, ni mar, en
tu razón
Injusto fue el corazón
Perdiendo el deseo que se
me hundió!
Por sueños, mi cabeza
rodeando en silencio estaba
Escuchando gemidos que no
te despertaban,
A pesar de la fantasía,
Tus manos encumbraban tu
temple esquiva
Y no despertabas,
No me escuchabas,
Y entendí: ¿Por qué
despierta el enojo?
¿Por qué en el cielo? ¿Por
qué en tus ojos?
Con justa razón enterré en
mis venas el odio,
Si en vano fuera perder el
deseo, perder tus ojos,
Olvidado queda lo visto
por cuanto fuera amor y no enojo,
Culpable se me hace el
mar, el silencio, tus labios rojos.
Por perder lo que a
principio fue vida y no otoño
¡Con justo perdón alma
mía!
¡Rezaga el dolor en penas,
Que hoy el amor es
demasiado hondo!
Percy Taira
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