sábado, 18 de diciembre de 2010

Los danzarines

Libro de cuentos: "Tintero Irreverente"
Juan Mujica

Aquella batahola de zapatos y zapatillas de las diferentes marcas y modelos eran los testigos oculares, que sentían con gran presión la vehemencia con que muchos efervescentes visitantes hacían temblar los locales clandestinos, exclusivamente acondicionados para albergar a tal masa de menores de edad en su mayoría, pero que llevaban dentro una energía y unas ganas de juerguear, como si la muerte los estuviera persiguiendo exigiéndoles que ya es hora de colgar los tenis. Y sólo al ocaso de cada fin de semana se van retirando solos o bien acompañados tal desbandada generación infatigable, que en la mayoría de los casos subestimando la razón que los aproximó a tales saturnales con principios de orgía.

Ya siendo jueves o ‘juergues’ la gente de las academias e institutos, y porque no decirlo de las universidades, empiezan a deliberar y a especular en qué disco les tocará ‘caer’ el viernes o sábado chico. Y están por la pasarela del centro histórico el Madison, el Mantaro, la Isla, la Calle 8, el Copacabana, los Botes, y otros más caletas. Pues bien, estos centros de ‘esparcimiento’ llegarían a convertirse en escenarios de batalla, en verdaderos álbumes de recuerdos inolvidables, de una generación que en los años 90s estuvieron de paso con mucho entusiasmo, pero en muchos casos con una dantesca irresponsabilidad.

Por lo menos ese fue el caso de un grupo de amigos que se hacían llamar Los Pícaros. Muchachos que venían de diferentes puntos de la capital, inicialmente con la idea de prepararse para ingresar a la universidad. Ellos se conocieron en una populosa academia que estaba situada en la avenida Wilson –de la que solo quedan sus cimientos en la actualidad-, y en la que en un ciclo de verano, ingenuamente muchos se inscribieron y digo ingenuamente porque es un tiempo rotundamente insuficiente para aprender el harto material que existe.

Pues bien, dentro de ese grupo estaba Toño, del que pronto las chicas descubrirían sus buenas artes bailando salsa. También estaba Alexander, uno de esos rocanroleros que se saben todas las canciones. El aparte estaba bien informado de lo último en música alternativa –nueva en ese tiempo-. Además estaba la chata Milagros: Una verdadera eminencia en el techno –que en esa época estaba en plena boga en la capital-. Y por supuesto no podía faltar el pastrulo del grupo: Ismael. Un muchacho alegre que estaba enterado de todo lo referido a la música reggae. Y no confundan con reggaeton, que en ese tiempo aún no llegaba al Perú. Este último joven no se perdía ninguno de los programas que transmitía una conocida radio limeña, donde él escuchaba a los diferentes intérpretes del reggae jamaiquino de los 80s y 90s.

Y así estos muchachos, juntos conmocionaban todo el ‘lonsa’. Animaban a la gente a acudir a las discos ya mencionadas, donde se vacilaban de lo lindo. Y a veces prestaban sus casas para juerguear más a gusto, y por supuesto con harto trago. Esa era su diversión, y a veces hacían turismo de discotecas: primero chequeaban como estaban las cosas en la Isla, luego se pasaban a la Calle 8, un par de chelas, continuando en el Mantaro, y si no tenían más billete ahí se quedaban. O sea que Los Pícaros eran un grupúsculo que se sabía divertir. Pero… ¿sabrían sus padres de dichas diversiones extracurriculares? De seguro que no, y seguro que dichos padres nunca estuvieron en una academia, puesto que sabemos que luego que el estudiante llega de la academia a la casa, luego de almorzar y descansar ‘un toque’… ¡Tiene que estudiar, repasar, practicar y leer! Eso lo sabe un buen universitario ¿verdad?

Pero ese no era el caso de estos amigos, que aparte de zapatear cada fin de semana, también brindaban cada vez que podían, aparte de lo que consumían en las discotecas. Pero esta historia no es de denuncia, ni es un testimonio. Sólo es el reflejo de una realidad que hasta ahora se da. Y bueno pues, ya casi a fines de febrero, en el lonsa de estos amiguitos empezaron a tomar los simulacros, que eran exámenes tipo admisión. En cuyos resultados figuraban al inicio los más aplicados. La chata Milagros bien conchuda empezó por el principio de la lista buscando su nombre hasta que lo encontró bien abajo. En cambio gente como Toño consciente de su irresponsabilidad buscó el último puesto y empezó a subir la mirada, pero lo encontró a tan sólo tres nombres más arriba. Gente como él conformaban los flojonazos de toda la academia. Y pa’ colmo a veces entraban con ‘turrón’ a los simulacros, ¿sería para inspirarse?.

 Como sea, de todos modos los profes de dicha academia trataban de sintetizar los temas de aprendizaje para darles las carnecitas a sus alumnos. Ya se podrán imaginar en pleno verano y hasta setenta alumnos en las bancas para cinco o seis, y tener que acomodarse con tanto calor y luego soportar el dolor que provocaba el peso del cuerpo ya saben donde. Realmente es un sacrificio llevar esas clases en periodo de canícula. Sin embargo, la gente lo soportaba porque la mayoría en el descanso y a la salida se iban al baño como manada y tiraban cañazo. Hombres y mujeres hacían pozito con las manos y se echaban el agua en la cabeza, y hasta la tomaban. Y muchas veces se iban a un restaurant a mojar las gargantas con chela helada –de la marca que sale en la tele con hartas calatas.

Uno de esos viernes, Los Pícaros se juntaron con el resto del aula y acordaron ir al Mantaro. Que era una disco que quedaba en la avenida Emancipación, en un segundo piso. Pues bien, la gente fue en mancha y se encontraron allá. Todos muy ávidos de diversión y con los bolsillos semi-llenos. Ya en el segundo piso vieron las luces que se movían en la oscuridad, las mesas con sus sillas y otros adolescentes que llegaron antes, y algunos ya bailando. Y como seguro aquel local sería antes un cine, tenía su ecran grande, donde veían múltiples imágenes. Acto seguido –primero lo primero- se les acercó una señorita con su uniforme de mesera, ¿o anfitriona? Y les preguntó qué pedirían.

Ellos tuvieron que juntar cinco mesas para estar juntos, gracias a la ‘consultoría’ de Toño y Alexander, quienes hicieron la ‘chanchita’. Así que se pidió un ‘jonca’ para empezar. Y por tal pedido les obsequiaron una jarra de sangría, que se acabó al toque. Y mientras llegaba la caja de chela, iban bromeándose unos a otros. Algunas chicas se fueron al baño en grupo -a hacer cosas de chicas-. Mientras que los muchachos se aguantaron en las mesas hasta que llegara su inversión. Minutos después les llevaron la caja, previamente con sus vasos, y la emoción inundó sus miradas. Los Pícaros ya no sabían cómo demostrar su alegría. Mientras tanto, pasaban las botellas a las mesas y se iban sirviendo. Al principio los varones les servían a las mujeres –para mostrar cierta educación-, pero luego del tercer vaso se perdería toda convención protocolar. Tomando las chicas las botellas y llenando sus vasos hasta ver la espuma.

Para eso ya se había hecho la inspección del ‘material’ presente, y ya estaban bailando algunos de su grupo. Incluso habían recabado sus pedidos musicales para satisfacer sus exquisitos gustos. La chata Milagros estaba bailando con Manuel –uno de los más chancones-. Mientras que Alexander movía el esqueleto con Graciela –a quien le decían Graci y que tenía buenas teresas-. Por su parte, Toño e Ismael se habían quedado en la mesa libando y usufructuando su inversión monetaria. Y entre broma y broma Ismael le dice a Toño que si quería ‘volar’. El primero se ríe celebrando la aparente broma, y decide seguirle el jueguito. Se van al ‘ñoba’ y luego de una achicada el segundo saca su paquetito y lo arma sin miramientos. Lo prende y empieza la faena, luego le invita a Toño, quien también aspira aquellos humos. Salen del ‘ñoba’ alegrones y full pilas con las carcajadas del caso, encontrando a los demás en las mesas disfrutando de lo último de la primera caja. Alexander se da cuenta al toque de lo que habían hecho, también la chata Milagros, pero no lo comentan a los otros.

Se sientan los ‘astronautas’ y al estar los demás ‘sazonados’ por la chela, también ríen. Entonces todos parecían felices, y cuando se acabó la caja de chela pidieron otra. Una vez envalentonados aquellos dos ‘nubecinos’, el siguiente paso era el de conquista, así que sacan a bailar a las chicas que ya se habían escogido cuando estaban en el sanitario. Y mientras Toño saca a bailar a Jennifer, el avispado de Ismael se apura en invitar a bailar a Lily. En ese momento pusieron una salsa que puso el ambiente romanticón, por lo que el salsero aprovechó para lucirse una vez más y de paso impresionar a su pareja de baile. Por su parte, el rastafari hacia lo que podía, pero quedó bien opacado. De todas formas se estaban divirtiendo. Los demás también estaban bailando, pero los dos donjuanes ignoraban la posición de sus vecinos.

Para ese momento el efecto de la droga estaba en su climax, lo que les dio el valor de mandarse a las chicas. A Toño le ligó el agarre, pero Ismael quedó choteado olímpicamente, y con empujón incluido. Pero el rastafari creyendo que había sido ‘solapa’ el rechazo, inmediatamente fue en busca de otra víctima. Sin embargo, lo que no sabía era que las demás se enteraron de sus pretensiones en la base de intercambio de informaciones, o sea el baño de damas. Ese día el salsero y Jennifer luego de harto baile se fueron juntos bien macerados. Pero en cambio Ismael se quitó sólo y oliendo a hierba. Cuando se acabó la segunda caja de chela la gente se quitó, siendo las 7 de la noche.

Una semana después la cosa se hubo calmado, y ya se voceaba el examen de admisión. Toda la gente estaba con los ‘muñecos’ encima y el último simulacro fue un desastre para muchos. Hasta que el 17 de marzo fue el examen de la Decana de América y con decirles que ni Manuel -el más chancón-  ingresó. Varios aprendieron que tenían que llevar un periodo de estudios más extenso para lograr su meta. Y mientras Toño siguió un largo tiempo de enamoramiento con Jennifer, los demás de Los Pícaros empezaron a distanciarse cada vez más. Dos años después, Manuel ingresó a dicha universidad, mientras que otros acabaron en universidades particulares, y el resto nunca ingresó y tuvo que dedicarse a algún negocio.

Pero los que si ganaron fueron los dueños de las discotecas, aprovechando la irresponsabilidad de la juventud y sus deseos de dibujar con sus pasos y sus cuerpos, figuras increíbles, pero esta vez las hacen en la pista de baile de la vida real.

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