Paola Loarte
Estaba sentada, almorzando, haciendo zapping, bostezando, distraída... Al final me decidí por escuchar música del celular y comer. Eran las 4 de la tarde, estaba sola en mi casa (mi hermana parece muerta cuando duerme así que su presencia no cuenta), casi me atoré con la gaseosa cuando mi celular sonó; mi madre llamó para recordarme que limpie la biblioteca (maldije por lo bajo). Limpiar es una rutina que odio cuando lo tengo que hacer sola o cuando me lo ordenan (hay días en que se me da por limpiar cuando estoy aburrida).
Jugando con el arroz, fije mi mirada en un retrato sobre la pared de en frente, en el retrato de mi "papá", o mejor dicho, en el retrato de aquel maravilloso hombre que me permitió llamarlo de esa manera durante los 3 primeros años más felices de mi vida, cuando lo tenía a él. Pensé: ¡Mierda!, aquí viene el llanto. A veces me jode ser tan llorona, no poder contenerme y fingir ser fuerte, no poder sentir por dentro y dejarlo ahí, DENTRO, tan dentro y profundo que los demás no perciban que me duele, que me hiere, que soy una típica chica llorona, que los golpes no duelen... cuando son en la cara.
Mientras lavaba mi plato en la cocina, dos lágrimas seguidas cayeron sobre mis manos húmedas, ahora no solo por el agua, cuando me vi en el espejo, vi aquel lamentable rostro que tanto odio, vi a través de mis ojos todo lo que en ese momento sentía: tristeza, alegría (aunque sea una antítesis, así era), amor, odio, dolor... DOLOR sobre todo, aquel puñal que nunca deja de apretar, que cada vez se enfonda más y más en mí, pero que sorprendentemente ya no me puede lastimar más.
MI PAPÁ, me encantaba llamarlo así, según me cuentan me decía gusanita (tuve valor para publicar semejante cursilada, pero como es de mi viejo me vale!) Mi mamá me contó que nadie podía hacerme llorar porque o si no mi papá venia con su bastón y los agarraba a palazos (lloré y me reí al mismo tiempo cuando me lo contó). Me enseñó a golpear la mesa para pedir mi comida, caminaba conmigo cuando estaba aprendiendo a hacerlo a pesar de que él tenía dificultad para caminar, me aplaudía cuando bailaba sobre el sofá aun cuando le dolía abrir sus manos para hacerlo, me hacía dormir en sus brazos y se paraba para acostarme en mi cama...
Jugando con el arroz, fije mi mirada en un retrato sobre la pared de en frente, en el retrato de mi "papá", o mejor dicho, en el retrato de aquel maravilloso hombre que me permitió llamarlo de esa manera durante los 3 primeros años más felices de mi vida, cuando lo tenía a él. Pensé: ¡Mierda!, aquí viene el llanto. A veces me jode ser tan llorona, no poder contenerme y fingir ser fuerte, no poder sentir por dentro y dejarlo ahí, DENTRO, tan dentro y profundo que los demás no perciban que me duele, que me hiere, que soy una típica chica llorona, que los golpes no duelen... cuando son en la cara.
Mientras lavaba mi plato en la cocina, dos lágrimas seguidas cayeron sobre mis manos húmedas, ahora no solo por el agua, cuando me vi en el espejo, vi aquel lamentable rostro que tanto odio, vi a través de mis ojos todo lo que en ese momento sentía: tristeza, alegría (aunque sea una antítesis, así era), amor, odio, dolor... DOLOR sobre todo, aquel puñal que nunca deja de apretar, que cada vez se enfonda más y más en mí, pero que sorprendentemente ya no me puede lastimar más.
MI PAPÁ, me encantaba llamarlo así, según me cuentan me decía gusanita (tuve valor para publicar semejante cursilada, pero como es de mi viejo me vale!) Mi mamá me contó que nadie podía hacerme llorar porque o si no mi papá venia con su bastón y los agarraba a palazos (lloré y me reí al mismo tiempo cuando me lo contó). Me enseñó a golpear la mesa para pedir mi comida, caminaba conmigo cuando estaba aprendiendo a hacerlo a pesar de que él tenía dificultad para caminar, me aplaudía cuando bailaba sobre el sofá aun cuando le dolía abrir sus manos para hacerlo, me hacía dormir en sus brazos y se paraba para acostarme en mi cama...
LO AMO, aun cuando la maldita diabetes lo hacía sufrir tanto él sonreía para mí, para su gusanita, para su "hija"...LO EXTRAÑO, porque fue y seguirá siendo hasta el día en que vaya a su encuentro mi único papá, él único hombre valioso en mi vida... LO ODIO, por dejarme sola, por no despedirse, por no esperar a que crezca para poder cuidarlo, por no haber cumplido su promesa de llevarme a comer trucha y pasear de su mano por la playa... sobre todo LO AME, LO AMO Y LO SEGUIRE AMANDO (snif, snif).
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