Juan Mujica
Yace tirado
el paciente,
con el
dolor exacerbado con creces,
y el
rostro lívido secular,
frente
al incesante campaneo,
de la
catedral del purgatorio,
que espera
la última fase de su ciclo vital.
El cuerpo
combate con la enfermedad,
es una
lucha cruenta en la que la muerte,
zigzaguea
con su guadaña, contra el
material
químico que bombardea al mal
intrínseco,
pero cuyo efecto ambivalente,
se
bifurca en curvas colaterales,
terminando
en el recto, donde las impurezas
caen
cual cloaca y el occiso cae,
tras
una derrota de centurias y la cáfila
de
galenos se acongoja, pero su cama,
de
hospital queda con los aún cálidos
olores hediondos.
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