Juan Mujica
El murmullo
irrefrenable flagela el silencio
y las
palabras brotan de las gargantas inertes,
cual
sonido de ultratumba
al
cruzar el camino perentorio
que cercena
el último grito de esperanza.
Las lenguas
lapidarias se encabritan,
al
unísono, en un océano septentrional
que se
ubica dentro del planeta,
pero el
eco no traspasa el límite racional,
sino
que se desplaza con las auroras boreales
dentro
de un ciclo paradójico
montado
en potro salvaje que desconoce
la
realidad, pero que repercute al otro lado del universo,
en un
ritmo cardiaco pluscuamperfecto
mimetizado
con la imagen heterodoxa
de un
futuro decapitado.
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