Juan Mujica
Terminada
la expansión conflagrante,
las
lenguas de fuego flamean en el espacio
fortuito,
y el aire se mezcla
con las
llamas ardientes,
solo la
parte líquida se salva
del
avance pirocrácico, pues
su substancia
es incompatible a aquel.
Dentro de
las cabezas humanas,
la ignición
también procede,
gracias
al hidrocarburo de las ideas,
que al
encenderse con las llaves
del
pensamiento, se produce
tal
revolución psíquica,
que dan
como resultado
el cacuménico
lucubrar del cerebro.
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