Cierto
día M pasó por la casa de S y vio que sería bueno visitarlo, sin embargo, los
señores S, quienes habían venido del extranjero, le dijeron a M que por favor
volviera otro día. “Qué piña que soy” expresó M, pero mientras cruzaba por el
Jr. Quilca se encontró con R, después de mucho tiempo. Ambos se alegraron por
tal casualidad. Así que entraron al Queirolo y brindaron por el repentino y
sorpresivo encuentro.
Entonces,
estando M y R ya empilados, sonó el celular de R, y éste contestó. Se trataba
de P, W, A, Q y L, quienes estaban en el boulevard de los libros, y R les pasó
el dato que se encontraba con M. Así que R dijo “Motivaso”. Por lo que aquella
gente mencionada “acudió a todo galope” hacia dicho bar. Al abrirse la puerta, M
supo que esto sería hasta las últimas consecuencias. Los saludos fueron
afectuosos y sin perder más tiempo, W y L pidieron tres cajas de cerveza.
El
encuentro se convirtió en chupística y desfilaron por la pasarela del recuerdo
y el verbo turronero las más jacarandosas anécdotas de aquellos días en la
universidad. Muchos de estos amigos incluso les brotó las lágrimas y levantando
sus vasos de chop dijeron “salud”, “salud”, ¡hip! Pronto cayó la noche y como
suele suceder, la conversación se volvió tensa. L, Q y P estaban discutiendo
con M. Tres contra uno, sin embargo, M no se amedrentaba, ya que confiaba en sus
argumentos fidedignos.
No
obstante, muy molesto M decidió largarse de aquella reunión y con el permiso de
R, huyó de allí con rumbo desconocido. Sin embargo, los demás personajes
continuaron bebiendo sus chops, acordándose de más anécdotas y riéndose de
todo. Supo entonces R, porqué M se había retirado. Por lo visto más de uno
estaba hablando demás. Por lo que R no soportó más y luego de salir del baño
hizo la finta que iba a tomar un poco de aire y se las picó.
Una vez
afuera, el Jirón Quilca lucía solitario, con tan sólo algunos transeúntes
caminando de ida o de vuelta. Se dirigió a la Av. Tacna y ante sus ojos vio a M
tirado en la pista. Admirado y conmovido, creyó que lo habían atropellado o
asaltado. Trató de hacerlo reaccionar, pero al parecer no despertaba. R se
preocupó y desesperó al ver a su amigo privado. Hasta que de repente abrió los
ojos, y M dijo…”Entre tantas letras tenía que tocarme a mí”, “soy M y a la M me
voy”, jaja. R y M sonrieron y se pusieron de pie. Al día siguiente leerían en
los diarios “Queirolo bar de las letras se fue a la M”.
Juan Mujica
No hay comentarios:
Publicar un comentario