Juan Mujica
En el año 2000 empecé a volverme un cibernauta. Sin embargo, en 1998 fue la primera vez que entré a una cabina de internet. Y como ya se lo podrán imaginar, para alguien que es nuevo en dicho terreno no sabía qué buscar, y hasta cierto punto ignoraba qué hacía sentado frente a aquellas computadoras. Sin embargo, gracias a amigos que tenían más experiencia es que fui entendiendo la importancia de la red en nuestro planeta.
Primero, como muchos empecé chateando. Estaba muy de moda el chat sobre todo internacionalmente, y uno podía escoger el país, la condición, la edad, etc, del grupo donde entrabas a chatear. Fue así que comencé a conocer mucha gente que también se conectaba, e incluso tuve unos cuantos encuentros con personas de Lima que también había conocido por el chat.
Sabemos que internet hizo su ingreso a nuestras vidas en 1969, hace 42 años, pero que solo tenía un uso restringido hacia grupos elitistas. Pasados los años fue que se ha ido popularizando e insertándose en las vidas de millones de personas en todo el mundo. Y por supuesto que gracias a su existencia es que pudimos y podemos buscar información para hacer nuestros trabajos y monografías. Hablar de internet es hablar del buscador Google; ese gigante que se ha posicionado en el uso diario de los cibernautas, donde puedes encontrar toda clase de datos, noticias, imágenes, etc.
Hasta la fecha nos ha sido muy útil la red de redes; sin embargo, me pregunto ¿cuál será el futuro de internet?, ¿cómo variará su uso en los próximos 30 años? Eso solo lo sabremos a su tiempo. Mientras tanto nos queda seguir disfrutando de su utilidad.
En principio al pensar en la red mundial, la mayoría se conectaba un par de veces a la semana, luego fue una vez por semana, y cuando nos damos cuenta estamos tres o cuatro veces entrando a ver si ya nos llegó correo electrónico, si tenemos algún comentario en nuestros blogs, o demás información que nos atañe.
Definitivamente su uso se ha vuelto obligatorio, y a veces nos esclaviza o envicia, ya que no medimos el tiempo que nos demanda cada vez que nos conectamos. Podemos entrar a mirar nuestro correo casi inocentemente, y por la gran curiosidad que una cosa nos lleva a la otra, tranquilamente pueden pasar cuatro horas sin que nuestro reloj o el reloj de la computadora dejen de ser vistos.
Once años más tarde, cuando cada día me conecto a internet, tengo todo un mar de cosas que puedo buscar y otro mar más que está esperando ser visitado. Tal vez por motivos de salud si me controlo del tiempo que le dedico a diario, pero también hay que considerar que ha cambiado la vida de mucha gente que además vive del mundo del internet, ya sea como atención al público en una cabina pública, o un oficinista que requiere información diaria, o hasta un trabajador freelance que le dan trabajo desde otras partes del mundo o a veces en el mismo país.
De tal modo que once años se me han pasado en un abrir y cerrar de ojos. Y no hay día en que no me conecte, salvo alguna emergencia, pero normalmente para los que vivimos de la información es una labor de hormiga en un mundo de titanes. Ya me puedo imaginar en unos 30 o 50 años tener nuestros relojes, lentes, o cualquier otro dispositivo en que podamos conectarnos a la red. Serán los tiempos futuristas, pero por sobre todo será otro gran paso para la humanidad.
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