domingo, 17 de marzo de 2013

Los jupiterianos



Juan Mujica

Todo comenzó cuando la Tierra tenía una población que excedía su capacidad máxima. Es decir, que tenía una explosión demográfica. Aun cuando los terrestres habitaban las montañas, los bosques, la jungla, los mares, las profundidades marítimas y terrestres. Ni los palafitos, las cuevas e iglúes fueron suficientes para albergar a tantas personas. Fue entonces que habiendo terminado la vigésima era glacial, los sobrevivientes buscaron ayuda de la Nasa. Habiendo surgido la loca idea que la respuesta a sus plegarias se encontraba fuera de la Tierra. En algún lugar del espacio. No obstante, la gran corporación de investigaciones espaciales hace rato que pensó en las mismas posibilidades.

            -Estimados colegas de la Nasa. Como sabrán estamos en un punto crítico de superpoblación. Así que para resumir sermones, tenemos la opción de largarnos de aquí, antes que la gente venga a tomar por la fuerza nuestras instalaciones. Puesto que ya está en las habladurías populares el rumor de la salvación. Como en la ciencia ficción, pero esto es real –expreso el jefe máximo en coordinación con el presidente de los Estados Unidos.

            Luego de aquel mensaje las murmuraciones se convirtieron en vociferaciones de aceptación. Y quién mejor que ellos para utilizar los cohetes y trasbordadores. Sin embargo, en la torre de control tenían registrado algo extraño. Muy lejos, precisamente en uno de los satélites de Júpiter, y tal sorpresa los llevó a querer explorar qué sucedía en Ganímedes (uno de sus satélites). Entonces dos de sus trasbordadores partieron a velocidad luz, ya que era meritoria la prisa. Y cuando ya estaban cerca disminuyeron la velocidad. Y aquellos astronautas pudieron ver las dos manchas de Júpiter (una grande y una pequeña). Ambas de color rojo. Y constataban que se trataba de un planeta 318 veces el tamaño de la Tierra.

            -Capitán, ya estamos llegando a Ganímedes –expresó uno de los tripulantes del trasbordador Alfa.

            -Muy bien, prepárense para aganimedezar.

            Fue entonces que los astronautas estaban ansiosos por ver de cerca y pisar el satélite. Sin embargo, el otro satélite llamado Beta permaneció en el espacio.

            -Trasbordador Beta a torre de control. Trasbordador Beta a torre de control. ¿Nos escuchan?

            -Los oímos con cierta interferencia, pero los escuchamos. ¿Cómo está la situación?

            - El trasbordador Alfa está sobre Ganímedes y se preparan para explorar su terreno.

            -Muy bien, estaremos pendientes de ustedes.

            Todo iba bien hasta que de la superficie de Júpiter brotaron unas naves espaciales. Unos ovnis. La tripulación del Beta alertó a la gente del Alfa. No obstante, ya estaban muy cerca y sin posibilidad de escapar.

            -Torre de control llamando a Beta. ¿Qué sucede?

            -Aquí Beta. Tenemos compañía. Son unos ovnis. Muchos de ellos gigantes. Requerimos refuerzos. Repito requerimos refuerzos.

            Fue así que al estar en peligro los astronautas, se empezó a enviar más astronautas y cuando ya no hubo, se empezó a enviar civiles. Estos últimos tenían la esperanza de encontrar en el espacio la respuesta a sus plegarias.

            -Trasbordador Beta llamando a nave desconocida. Identifíquense –les decía un tripulante a la nave más próxima, pero sin ninguna respuesta inteligible.

            No obstante, los habitantes de Júpiter eran unas criaturas muy extrañas. Con sus cuerpos humanoides, pero con cabeza de pulpo con sus ocho tentáculos. Y aunque tenían una ciencia y tecnología muy avanzada, no excluían la posibilidad de destruir a cualquier especie o civilización que invada sus territorios. Y al verse sin salida, los trasbordadores Alfa y Beta fueron capturados por los jupiterianos. Sorprendiéndose del tamaño de dicho planeta.

            -Nosotros venimos en son de paz –decía el capitán del Alfa.

            -¿Entienden lo que decimos? –replicó el capitán del Beta.

            -Scrach rum dramargar et alervadrum crem zimmerlab –decía uno de los extraterrestres entre su gente.

            -¡Maldición, no nos entienden! –exclamó el capitán del Alfa.

            -Maaaldddiiiiciióooon! –pronunció uno de aquellos jupiterianos, mientras movía los tentáculos de la cabeza.

            -¡Miren, parece que nos entienden! –refirió un astronauta.

            Todo parecía llegar a un arreglo, cuando al mirar el firmamento vieron a cinco trasbordadores de la Tierra, quienes también vinieron a velocidad luz. Sin embargo, sus ímpetus estaban sobresaltados y al ver a aquellos “monstruos” tuvieron el desatino de disparar. Los astronautas les gritaban que pare el fuego, pero no los escuchaban. Y siguieron disparando. Hasta que los jupiterianos, para protegerse también optaron por eliminar a aquellos “enemigos”.

-¡Alto, son de los nuestros! ¡No los asesinen! ¡Alto! –gritaban los capitanes del Alfa y del Beta.

            No obstante, las naves gigantescas terminaron por hacer polvo cósmico de aquellos trasbordadores de la Tierra. Y a la tripulación que quedaba no les quedó más remedio que atacar a los jupiterianos a sangre fría. Motivo por el cual los extraterrestres terminaron por fulminar a todos y a cada uno de los terrestres. Sin embargo, cuando no oyeron respuesta desde la torre de control en la Tierra. Tuvieron la decisión de enviar más trasbordadores. Sucediendo lo mismo con ellos. Y al ver esta provocación, los jupiterianos se vieron en la necesidad de transportarse también a velocidad luz hasta la Tierra y capturar a 50 mil millones de personas quienes habrían preferido salvarse invadiendo algún planeta, en vez de ser exterminados en el espacio como sucedió con los habitantes de la Tierra.

           

           
           

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