Juan Mujica
Erase en los tiempos de
los enfrentamientos de las máquinas con los humanos. En una guerra dantesca y
futurista; se encontraban en una precaria vivienda que servía de mini-hospital;
yacían en sendas camas unos pacientes, cuyos cuerpos eran el resultado de
aquella guerra. Sin embargo, los doctores que los estaban atendiendo por
motivos desconocidos se hubieron dado a la fuga. No obstante, para bien o para
mal, dicho hospitaloide fue invadido por unos científicos, quienes tenían
planeado experimentar con humanos. No teniendo la paciencia de primero hacerlo
con ratones.
Entonces, estos
científicos que no se sabía de dónde habían venido, tenían un plan
descabellado. Como tenían en sus manos unos nanorrobots o nanobots, cuyo tamaño
era microscópico y que así como podían servir para el bien de la humanidad,
también podrían ser utilizados para el mal. Así que los científicos ni cortos
ni perezosos se preparaban para experimentar y sacaron los nanobots y los
inocularon en una muestra de sangre que encontraron. Y al ver por el
microscopio electrónico, pudieron darse cuenta de la reacción de los glóbulos
blancos y los glóbulos rojos. Estos primeros salieron en defensa, tal y como es
su papel normal, frente a los cuerpos extraños.
-Miren, los leucocitos están en plena batalla, jaja, pero
no pudieron contra los nanobots –expresó uno de los científicos.
-Veamos que sucede con los eritrocitos.
A pesar que estos glóbulos rojos están acostumbrados a
llevar el oxígeno a los diferentes tejidos del organismo; y teniendo como
componente a la hemoglobina, tampoco fueron rivales para los nanobots, quienes
solo se pigmentaron de rojo. Fue entonces que la comunidad de glóbulos blancos
(leucocitos) y los glóbulos rojos (eritrocitos), decidieron unir fuerzas y
formar un solo frente. Es decir, que los generales de ambos bandos ahora
estaban fusionados.
-¡Soldados! –gritó una voz enérgica-. ¡Ataquen!
-Jajaja –se burlaban los nanobots, quienes ahora se
creían los reyes de los organismos,
-Miren colegas, los eritrocitos y los leucocitos se han
fusionado. Y más aun, están combatiendo a los nanobots –pronunció uno de los
científicos y siendo compartido el microscopio electrónico por los demás
colegas.
En efecto, ahora los leucoeritro estaban más fuertes que
nunca. Y además estaban convencidos que aquellos nanobots eran pura boca y que
no eran rivales sin estar unidos. Así que aprovechando esta situación los leucoeritro
atacaron y pudieron vencer a aquellas máquinas microscópicas.
-Vaya,
vaya, así que aquellos glóbulos se creen mucho. Pues veamos qué pasa si
inoculamos el triple de nanobots.
Y
así lo hicieron. Así que como su número de huestes era el triple pudieron vencer
nuevamente. Pero tanta fue la humillación de los glóbulos, que se prepararon
para el “plan B”. Dicho y hecho, invocaron a los glóbulos blancos y rojos de
los cuerpos que estaban en el pequeño hospital precario. Y como era de
esperarse acudieron en su ayuda, aunque aquellos glóbulos no estaban del todo
en buen estado, pero igual se presentaron en aquella muestra donde se mezclaba
una numerosa cantidad de rivales.
-Miren
colegas. Los leucocitos y los eritrocitos están multiplicándose.
-¿Quién
iba a imaginarlo?
Y
mientras los científicos estaban admirando la batalla, fue cuando invocaron a
los glóbulos de los cuerpos de los científicos. Así como lo lee. Los leucocitos
y los eritrocitos de los científicos en forma de humo se trasladaban a la
muestra. Sin embargo, los nanobots no se rendían, y se fusionaron con los
leucoeritros. Formando así los nanoleucoeritrobots. Y al ver aquella fusión,
los científicos se alarmaron.
-¡Nanoleucoeritrobots,
ahora somos invencibles!
-Ya
no dependemos de los humanos.
-¡A
conquistar la Tierra!
Fue
así que aquella coalición entre los glóbulos blancos, los glóbulos rojos y los
nanobots de ahí en adelante sometieron al planeta. Y con el tiempo los humanos
pasaron a ser esclavos de aquella raza tripartita. La Tierra pasó a volverse
albirroja, ya que los océanos se tornaron rojos y las montañas blancas. Sin
embargo, mientras los nanoleucoeritrobots descansaban dentro de los humanos,
llegó el día en que una raza de extraterrestres, quienes venían en un meteorito
de cien toneladas, irrumpió en la tranquilidad del planeta. Se hacían llamar
megabots.
-Somos
conscientes que han avasallado a los humanos. Así que venimos a liberarlos de
ustedes –decía uno de los generales.
-Ciertamente,
son ustedes unos imperialistas, y nosotros, quienes teníamos lazos de amistad
con los humanos, venimos a emanciparlos de su raza microscópica –pronunció otro
de los generales.
-Jajaja,
dicen que quieren guerra, pero ni siquiera pueden vernos. Ustedes son
megaloides y nosotros microscópicos. Aunque parezca mentira, es una ridiculez
iniciar una batalla –pronunció Leux, quien era uno de los jefes de los glóbulos
blancos.
-Yo
creo igual que mi camarada. Es absurdo –sostuvo Erix, quien era el jefe de los
glóbulos rojos.
-Pues
a mi no me parece mala idea, ya que gracias a que nos fusionamos pudimos vencer
a los humanos –dijo esta vez el jefe de los nanobots.
-¿Ah,
sí?, pues entonces nos separamos de ustedes nanobots.
Fue
entonces que los glóbulos rojos y los glóbulos blancos volvieron a los
organismos. Quedándose solos los nanobots, y más bien atacaron a los
científicos y se internalizaron en sus cuerpos. Hasta el día de hoy. Y los
extraterrestres devolvieron a los humanos el don de la vida, y se retiraron tal
y como vinieron, sin dejar rastro, pero la Tierra se quedó albirroja en señal
que una vez los glóbulos fueron los amos de los humanos.
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