Cómo no recordar las obras del escritor portugués, José de Souza Saramago, quien obtuvo el premio Nobel de Literatura en 1,998. Bien merecido por sus méritos, por la forma peculiar de escribir. Recuerdo en su libro "Casi un objeto", el cuento "Silla", donde cualquier otro no le hubiera encontrado más que decir lo que ven sus ojos. No obstante, Saramago, partiendo de una gran visión filosófica, nos narra la naturaleza por las que pudo haber pasado, o analogando la vida diaria de las personas, semejante a lo que pudo haber pasado aquella silla.
Diez años han pasado desde su partida, pero han quedado sus obras, las cuales nos siguen asombrando, como por ejemplo "Ensayo sobre la ceguera", donde tuvo la oportunidad de crear una situación que quizá se asemeja a lo que el mundo está viviendo en la actualidad con la pandemia de la Covid-19. En esta obra narra la forma en que presenta a un primer ciego, y conforme transcurre la historia, cual efecto dominó, todos se van volviendo invidentes, incluso nos cuenta que estuvieron en un lugar, confinados y tratando de sobrellevarse. Personajes como el "viejo de la venda negra" son entrañables y vuelven a la historia muy interesante y ávida de querer más.
También en su novela "Caín", el escritor portugués escarba en los pensamientos ucrónicos de aquel personaje bíblico, donde lo vuelve ubicuo y matusalénico. En esta obra es posible que Saramago, vuelque su idiosincracia y sus tendencias ateas, plasmando al hermano de Abel, como un ser destinado a enrumbar su propio camino, e interviniendo en sucesos posteriores a su época. Viviendo más allá de sus límites cronológicos.
Por tanto, José Saramago, desde mi punto de vista ha quedado como uno de los mejores escritores, y su legado ha quedado dentro de los anaqueles clásicos del mundo, y aunque pasen los años, bien merecido tuvo el Nobel de Literatura. Quedando a pelo la frase: "Los escritores pasan, pero las obras quedan".
Esgrimista
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