Unos amigos decidieron
realizar una excursión en el místico paraje de Marcahuasi. Ellos eran cuatro.
Estaban Gael, Pólux, Andrómeda y Perseo. Ellos aprovechando el tiempo de
vacaciones de la universidad enrumbaron su viaje. Puesto que les habían hablado
cosas enigmáticas de aquel lugar.
-¿Ya falta poco para llegar? –consultó Andrómeda que
estaba cansada de cargar su mochila.
-No te preocupes. Ya estamos cerca –les dice Gael,
quien era el supuesto guía, ya que había realizado el viajecito un par de
veces.
-¿Gael, ya falta poco? –preguntó Pólux, quien estaba
ahogándose por la altura y por el peso de su mochila.
-¡¡¡Siiiiii!!!!! ¡Falta mucho!!!, ¡¡y no pregunten más o los dejo abandonados!!
Fue así que los cuatro
excursionistas continuaron su viaje. Por su parte, Gael era metódico en su
proceder, aunque algo tímido. Luego estaba Andrómeda, quien era algo
quisquillosa y engreída. También estaba Pólux, quien era el más valiente de los
cuatro, “a prueba de balas”. Por último estaba
Perseo, quien era apasionado por la astrología y los ovnis.
Llegaron a su destino luego de muchos remilgos, y
levantaron sus carpas. Por su parte, Andrómeda, quien era la única mujer del
grupo, quería una carpa para ella sola. No obstante, como eran carpas medianas,
los demás se negaron de tal privilegio y le dijeron que nadie iba a violarla ni
nada por el estilo.
-Ya es de noche… miren esas estrellas –exclamó
Perseo, quien también llevaba un largavistas para ver mejor el firmamento.
-Es cierto, es un cielo estrellado. Sin embargo, toda
esa basura del zodiaco es pura fantasía. Yo solo creo en el horóscopo chino.
Ahí es más preciso detallar la personalidad – expresó Pólux, mientras destapaba
una botella de vino.
-¡¡¡Ya basta!!! Ustedes no saben lo que hablan
–intervino Perseo-, quien quería darles una cátedra sobre astrología. No
obstante, eran tres contra uno. Así que
trató de explicarles con palabras sencillas sobre las constelaciones
zodiacales. Todo ello ocurrió en medio de todos aquellos monumentos
antropomorfos y demás formaciones rocosas de las cuales se podía apreciar rocas
en forma de animales y humanos.
Y cuando se acabó el vino y era
más o menos tarde, decidieron entrar cada dueto a su carpa. Gael entró con
Pólux, y Andrómeda entró con Perseo. A ella le gustaba este último, ya que lo
notaba mucho más interesante que los demás. Además siempre la impresionaba con
todos aquellos datos del cosmos. Y cuando le dijo que una galaxia contigua
llevaba el nombre de ella, se derritió. Luego de dos horas, en que trataban de conciliar el
sueño, escucharon ruidos, pero no identificaban de quién o de qué procedía. Así
que como sincronizados, salieron de sus tiendas Perseo y Gael. Los dos estaban
un tanto somnolientos, pero luego, el frío de la noche los despertó bien.
-¿Escuchaste algo, Perseo? –preguntó Gael, tiritando
de frío y miedo.
-Yo escuché algunas pisadas. Podría ser algún animal
silvestre en busca de comida. Tal vez los atrajo nuestra fogata y… ¿oíste eso?
–expresó Perseo, quien no daba crédito a sus sentidos.
-¿A qué te refieres? Yo no oigo nada.
-Eso me temía. No todas las personas pueden oír
sonidos extraños. Ojalá no sea algún ser fantástico de la naturaleza, como
gnomos, duendes, o demás criaturas.
-Jajaja, ¿en verdad crees en toda esa basura? Son
cuentos para asustar a los niños –expresó Gael.
-¿Así que no crees en los seres fantásticos? ¿Y qué
tal si miras hacia atrás?
En ese momento los dos observaron dos naves
espaciales, o como les diría Gael, dos ovnis. Este último estaba petrificado.
Ya ni temblaba. Sus sentidos estaban congelados. Mientras tanto, Perseo llamó y
despertó a los demás para que vean el espectáculo.
¡¡¡Póluxxx… Andrómedaaa!!!
Sin embargo, como se demoraron al salir, las dos
naves espaciales desaparecieron. Y como era de esperarse estos dos últimos eran
totalmente escépticos a aquellas apariciones.
-Pregúntenle a Gael. Él
también los vio. Sin embargo, él todavía estaba petrificado y no podía hablar
bien. Luego de un rato empezó a pronunciar algunas palabras.
-¡¡¡OOOVVVNNNIIISSS, yo los vi, yo los viii!!!
-¡¡¡Que viste qué!!! –interrogó Andrómeda, quien
todavía olía a alcohol.
-¡¡¡Vi las naves, vi las dos naves!!!
-¿Estás seguro que eran ovnis, o acaso todavía te
dura la borrachera? –preguntó Pólux, que también estaba incrédulo.
Y cuando estaban en plena
discusión, como por arte de magia volvieron a aparecer las naves espaciales. La
primera que los vio fue Andrómeda, quien empezó a tartamudear. Luego los vio
Pólux, quien no podía creerlo. Nunca había visto un ovni en su vida. Y fue entonces
que de aquellas luces verdes aterrizaron, ante el asombro de los cuatro amigos.
Y cuando no lo esperaban, unos extraterrestres de
cuerpo híbrido descendieron de la nave, luego de algunos miramientos. Uno de
los extraterrestres apuntó con una clase de arma futurista hacia Andrómeda, y
ella apareció dentro de una de las naves. Y como no capturaron a los demás,
dedujeron que solo les importaban los humanos hembra. Esta historia nunca
sucedió, ¿pero no creen que sería alucinante? Imagínense, que unos ovnis vengan
a nuestro planeta a buscar pareja y que realicen su acto reproductivo en las
hembras humanas de nuestro mundo. Todo un sinfín de misterios que todavía nos
queda por descubrir. Aquellos enigmas que han ocurrido desde la aparición del
universo hasta nuestros días.
Juan Mujica ("Criptonírico - cuentos 2016)
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