Juan Mujica
Llegó la época muy en
el futuro en que los relojes se rebelaron, y se negaron a seguir funcionando.
Fue entonces que Cronos se solidarizó con ellos y desde aquel momento no hubo
segundero que avanzara ni reloj de arena que se moviera. Incluso los relojes electrónicos
hicieron una huelga de números caídos. Esta situación le preocupó al padre
Tiempo. Y decidió hablar con los relojes.
-¿Se
han vuelto locos? Este mundo nos necesita. Sin nuestra participación nada
acontecería, ya que no habría horas, minutos ni segundos. Miren ahora mismo en
la Tierra –expresó el padre Tiempo.
-Vaya,
es cierto. Aquel semáforo se quedó en rojo, ya que el tiempo se detuvo para que
cambie de color –habló un reloj de arena.
-Y
miren aquellas vacas y gallinas. No saben cuándo poner o comer, ya que hasta el
sol se apagó y ya no alumbra, por lo tanto los gallos no cantan, pues no
amanece –mencionó un reloj electrónico.
-También
aquel joven se quedó plantado, ya que su novia debió llegar a las 7pm, pero
como el tiempo se detuvo no llegó nunca –exclamó un reloj cucú.
Y tenía razón el padre Tiempo, ya que sin el avance de
ellos, nada acontece. Se eternizan los 365 días en que gira la Tierra. También
la luna dejó de girar para completar sus 27 días. Y tal como pasó con ellos
también el cometa Halley demoró más de 76 años en pasar cerca a la Tierra.
Además ya no hay estaciones, y lo peor de todo es que muchas zonas se han
quedado en un eterno invierno. Y al ver esto el padre Tiempo fue a ver a Cronos
para dilucidar todo ese embrollo.
-Por
lo visto Ud. está de acuerdo con los relojes –habló el padre Tiempo, mientras
se abrigaba con su traje antiguo.
-La
verdad que solo me solidarizo con ellos y de paso tengo unas vacaciones jeje –le
contestó Cronos, mientras agarraba bien su báculo.
-¿Y
ya vio la situación en la Tierra y en el resto de la galaxia?
-Bueno,
sí, he contemplado que ha habido secuelas lamentables.
-¿Y
aún así permanecerá apoyando a los relojes?
Fue tal la lógica del padre Tiempo que convenció a Cronos
para que disuadan a los relojes de su “huelga”.
-Relojes,
¿no creen que ya han causado mucho daño? ¿No se han dado cuenta de lo valiosos
que son para el mundo? –pregunta Cronos con el asentimiento del padre Tiempo.
Los relojes se miran entre ellos y bajaron las manecillas
avergonzados por su mala acción.
-Señor Cronos, creo que hablo por todos al decir que
hemos levantado la huelga. Volveremos a marcar los segundos, minutos y horas –intervino
un reloj de catedral.
Y ya estaban todos contentos, cuando habló nuevamente:
-Solo tenemos dos condiciones –expresó aquel reloj,
mirando a sus compañeros.
-¿Y cuál es esa condición? –preguntaron al unísono el
padre Tiempo y Cronos.
-¡¡¡Queremos horas libres y tener el Día del Tiempo!!! –contestaron
todos.
Dicho y hecho, mientras Cronos y el padre Tiempo
arreglaban las peticiones de los relojes al compás del movimiento de sus
barbas, estos últimos volvieron a acomodar las secuencias, horas, minutos,
segundos, estaciones, meses, años y todo cuanto podían hacer.
Y todos recordaron este pacto cada año, celebrando el Día
del Tiempo. Así que los planetas volvieron a hacer sus revoluciones, los
semáforos cambiaban del rojo al ámbar y luego al verde, y aquel joven volvió a
encontrarse con su novia a las 7pm. Sin embargo, el padre Tiempo y Cronos se
hicieron más viejos y el tiempo nunca más se volvió a detener. Excepto en
aquellas horas libres, en que las horas se detenían y causaban un “cronotitis”
en los relojes de todo el globo terráqueo y demás partes de la Vía Láctea.
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